El balance acumulado de resultados del sector bancario en el Estado español en 2023 permite adquirir perspectiva sobre algunos debates. Los más de 26.000 millones de beneficio que suman los cinco grandes de la banca española suponen un aumento de los mismos de casi un 27% sobre el año anterior, cuyas características económicas, en un entorno de inestabilidad persistente, no resultaron tan dispares, salvedad hecha de la escalada de tipos de interés aplicada por los Bancos Centrales para contener la inflación.

El espléndido comportamiento del negocio bancario, favorecido por la ampliación de márgenes que conllevan los tipos al alza, no ha impedido que la controvertida tasa sobre resultados extraordinarios siga en el punto de mira del sector, precisamente por la perspectiva de que pase a consolidarse como mecanismo de recaudación fiscal. Una fiscalidad confiscatoria es enemiga de la actividad, del crecimiento y de la mejora del bienestar en tanto se distancia de la sostenibilidad del tejido productivo.

No obstante, parece quedar claro que no pende ninguna amenaza de esta naturaleza sobre el sector bancario, su solvencia, eficiencia y capacidad de crecimiento y aportación de rendimiento a sus accionistas. En ese punto, su responsabilidad social corporativa (RSC) está salvaguardada. En paralelo, el negocio bancario es tanto más estable cuanto más lo sea el ecosistema socioeconómico. en el que se desenvuelve. Ese ecosistema es un logro del conjunto de la sociedad y se salvaguarda con los modelos democráticos cuya estabilidad también es mayor con mayor bienestar colectivo. En ese contexto, hace ya décadas que la RSC contempla el impacto de la actividad de las empresas en la sociedad como parte de su ámbito de interés. En el interés del sector bancario está la estabilidad y el bienestar social en tanto se convierte también en activo de su propio crecimiento y negocio.

La disponibilidad de recursos públicos que equilibren y sostengan ese bienestar con carácter general se convierte, por tanto, en un activo en interés de todos, también de los grandes actores financieros. El pacto público-privado que hace posible el crecimiento bien puede ser alimentado con una parte de los beneficios que el ecosistema social propicia cuando, según parece, no pone en riesgo a los agentes privados que se benefician de él para el éxito de su actividad.