La prueba más evidente de que el mundo que vivimos ha enloquecido es que el ex presidente de EEUU y candidato con muchas opciones de volver a la Casa Blanca, Donald Trump, sugiere que no le importaría que Rusia atacara a sus aliados en la OTAN que no pagan su factura de la organización de defensa. No se puede decir ni alto, ni más claro a los Estados europeos de la UE: si quieres seguridad, te pagas tu defensa. Habrá muchos europeos que duermen complacidos en el sueño de la inocencia, que se pregunten de qué tenemos que defendernos y que preferían vivir de espaldas a una realidad de siglos en los que hemos protagonizado las más terribles guerras de la Humanidad. Sin seguridad la libertad se convierte en un derecho diluido. Por ello, la Unión Europea se ha visto concernida por la boutade del chulo de discoteca yanqui. Caídos del guindo, la cuestión ahora es cómo podemos organizar nuestra propia defensa que cada día es más cara porque requiere de todas las armas tradicionales, incluida, la clase de tropa, y un repertorio de recursos y tecnología avanzados para la batalla de la ciberseguridad.

Las amenazas de la UE

La seguridad no es solo la base de la seguridad personal, sino que también protege los derechos fundamentales y sienta las bases para la confianza y el dinamismo de nuestra economía, sociedad y democracia. Durante las últimas tres décadas, los debates sobre seguridad y defensa en España y en Europa han girado en torno a operaciones de gestión de crisis en el exterior, generalmente asociadas con el mantenimiento de la paz, la estabilización o la lucha contra el terrorismo en lugares como Afganistán, Iraq, África y los Balcanes. Es decir, hemos mirado a las fuerzas armadas principalmente como un instrumento para proyectar estabilidad fuera del territorio nacional, europeo o de la OTAN. Sin embargo, la guerra en Ucrania ha cambiado este paradigma de defensa acercándolo a nuestro territorio. Pero, además, también la UE parece llamada a jugar un papel cada vez más destacado en el ámbito de la seguridad en el vecindario sur, es decir, el Mediterráneo, el Norte de África, el Sahel y, quizá en menor medida, Oriente Medio.

LAS NUEVAS GUERRAS

Tanto las vulnerabilidades como las amenazas están en constante evolución y la UE necesita adaptarse. Las llamadas nuevas guerras fruto de las “amenazas híbridas” se han convertido en el campo de batalla diario. La seguridad cibernética, la protección de los espacios públicos, a ciberdelincuencia, el terrorismo y la radicalización o el crimen organizado, componen un repertorio de riesgos cotidianas en nuestras sociedades europeas. Si a eso le añadimos el ataque continuo de la desinformación y las fake news tratando de alterar el libre resultado electoral y, por tanto, de la democracia, nos enfrentamos a una realidad de seguridad muy compleja y que precisa de muchos recursos o lo que es lo mismo, un alto porcentaje del PIB y del presupuesto de los socios de la UE. La conciencia de los ciudadanos europeos de los riesgos crecientes para su seguridad se manifiesta en cada eurobarómetro que se realiza. Pero el problema es muy simple: establecer prioridades. Si queremos invertir más en nuestra seguridad o defensa, o bien se recorta de otros capítulos de gasto público o decidimos recaudar más impuestos para financiar las nuevas necesidades.

COSTO DE LA DEFENSA

El Fondo Europeo de Defensa tiene un presupuesto de 8.000 millones de euros para el periodo 2021-2027, de los cuales 2.700 millones están destinados a la financiación de proyectos colaborativos de investigación en materia de defensa y 5.300 millones a la financiación de proyectos colaborativos de desarrollo de capacidades, como complemento a las contribuciones nacionales. Además, la partida de Defensa es la que más ha crecido en los presupuestos de la UE en la última década y, más aún, tras la invasión rusa de Ucrania. Además, se trata del único gasto que ha quedado apartado de las nuevas reglas fiscales, es decir, de las normas para controlar el déficit y la deuda pública de los 27. A esto hay que añadir lo que dedica cada Estado miembro para la defensa de su país. Los más concernidos por el riesgo ruso han sido los que más han incrementado su presupuesto: los Estados bálticos y Polonia. Con un 1,09% sobre el PIB, España es uno de los países de la OTAN que menos proporción pone en defensa, solo superado por el 0,62% de Luxemburgo y cerca del 1,18% de Bélgica el pasado ejercicio. El reto norteamericana está lanzado, ahora solo queda conocer la respuesta europea.