Siempre hay que comenzar haciendo una enmienda a la totalidad cuando se habla de Vinicius, el futbolista brasileño del Real Madrid que la lía prácticamente en la mitad de los partidos que juega. La enmienda consiste en que quien escribe u opina previamente o entre medio tiene que condenar los insultos racistas o no racistas que recibe, algo que, por supuesto, es extensible a los que reciben los jugadores o practicantes de ciertos deportes en medio planeta.

Hay deportes que van unidos al insulto, el desprecio o la mofa y el fútbol es el principal de ellos, al punto que uno se observa a sí mismo en momentos puntuales o se recuerda en días concretos y se da vergüenza ajena. Dicho eso, Vinicius es, sin mayor duda, uno de los personajes deportivos más tóxicos que he visto en mi vida como espectador deportivo. Creo que nací para ver deportes en la tele, así que desde hace 45 años o así la he consumido en cantidades industriales. Pues bien: no recuerdo nada ni a nadie igual.

Tiene lo peor de Cristiano Ronaldo, lo peor de Neymar, lo peor de McEnroe, lo peor de Petrovic de la Cibona, lo peor de casi todo lo que podamos imaginar. ¡Ah! Olvidaba que hay que decir que es un gran jugador, porque si no la caterva madridista también te tacha de envidioso. Es un gran jugador. Eso, precisamente, además, le confiere aún mayor responsabilidad a la hora de aprender a gestionar sus emociones, que gestiona como un niño de 4 años crIado con los peores criadores del planeta. Eso, lejos de ayudar a que las gradas no la tomen con él, lleva a que ciertos días el ambiente sea mucho peor de lo que debería de ser, un ambiente que no se vive con sus tropecientos mil compañeros de profesión negros de la Liga, ninguno de los cuales o casi ninguno de los cuales sufre mayor problema. Se suele decir que si casi siempre obtienes los mismos resultados igual el problema es tuyo. Y se dice bien.