¿Alguien le preguntó al perro? Un juzgado de Pamplona tuvo que resolver sobre la custodia de un can tras la separación de una pareja. Las dos partes en litigio querían al animal. Como se quiere a un hijo en un proceso de divorcio. Porque ahora el amor hacia la fauna es así: una relación con un vínculo familiar en el que solo falta hacerle al bicho un hueco en el libro de familia. No crean que exagero; hay quien ha dejado su herencia a su animal de compañía y no por una última frivolidad para pasar a la posteridad sino porque ese cuadrúpedo le ha dado la compañía y el cariño que no encontró en los humanos.

Decía que el juzgado tuvo que tomar cartas en el asunto y en su sentencia subraya que compartir la tenencia “sería perjudicial para el propio can” al que considera “correctamente atendido” por su ahora única dueña. El juez apoya su razonamiento en el Código Civil y en el bienestar del animal. No sabemos si el magistrado convive con una mascota, lo que también le ayudaría a tomar una decisión. Pero considera que el hecho de que el demandante tenga una nueva perrita “puede atenuar el vacío y el dolor que dejó en él la ausencia del anterior”. Muy razonable; pero expuesto esto, le faltó comprobar con quién se hubiera ido el perro, que también tenía algo que decir.