Observo las fotos montañeras de mis 14 y 15 años. La mayoría de quienes aparecemos en ellas lucimos txapela y kaikus. En muchas de ellas desplegamos ikurriñas en las cimas. No éramos militantes de ninguna organización política, sino miembros de un modesto club de montaña de un colegio religioso de Pamplona. Recuerdo tropezarnos aquí o allá con otros grupos de otros clubes, que exhibían muy parecido paisaje humano e ideológico en nuestras cumbres y collados. En los años 70, el sentimiento mayoritario entre las miles de personas que practicaban el montañismo en Navarra era eminentemente abertzale o como mínimo vasquista.

Muchas de ellas vivieron como una auténtica tragedia la ruptura de la Federación Vasco Navarra de Alpinismo, a mitad de los 80, obligada por una legislación aprobada en Madrid que impedía federaciones deportivas que cubrieran más de una comunidad autónoma. El Gobierno de Navarra presidido entonces por el socialista Gabriel Urralburu tuvo que emplearse a fondo, con presiones políticas y amenazas de retirada de ayudas, subvenciones y reconocimiento legal, para vencer la resistencia a un divorcio impuesto no deseado por la mayoría de los y las amantes de la montaña de la naciente Comunidad Foral. No se rompieron todos los lazos, porque era imposible.

Los miembros de la Federación Navarra de Deportes de Montaña y Escalada seguimos recibiendo Pyrenaica, la revista de la Federación Vasca de Montaña, y seguimos encontrándonos en mil y una actividades. El nutrido calendario de la celebración de los 100 años de la fundación de la Federación Vasco Navarra de Alpinismo, en 1924, ha propiciado el reencuentro más oficial. El sábado en Elgeta (Gipuzkoa) los presidentes de ambas federaciones anunciaron la creación de Euskal Herriko Mendi Biltzarra (Unión Vasco Navarra de Deportes de Montaña) en la que participarán ambas entidades, amén de clubes de Iparralde. Lo otro era poner puertas al monte.