Su éxito es arrollador. Dicen que los dos conciertos en Madrid dejarán 150 millones de euros, mucho más que una final de la Champions League. Taylor Swift es su propia empresa, una máquina de hacer dinero. Es billonaria, amasa una fortuna de 1.100 millones de dólares, pero, ante todo, es cantante, compositora, productora y empresaria. En realidad quería también hablar del imperio americano y de los estereotipos de rubia blanca de ojos azules perfecta, y de su silencio sobre Gaza, pero me voy a callar ante la evidencia.

En sus letras habla de amistad, de superación, de desamor... pero sobre todo su rítmo popero pegadizo –frente a tanto trap y regaeton igual de comercial pero para mí plomizo– hace feliz a toda una generación.

Es una mujer empoderada, talentosa y perseverante aunque –meto esta otra cuña– el feminismo en Estados Unidos esté muy ligado al capitalismo y a todo lo que rodea esa estética del mundo Disney (brillos, lentejuelas y un mundo de princesas....) para el que no pasan los años. Pero, como ella misma dice en sus canciones, Shake it off, sacúdete!, frente a juicios y rumores, ignora a los detractores.

“El mundo no te debe nada, hay que trabajar por lo que uno quiere y agradecer cada pizca de éxito”, admite. Ya ven, por muchos planes de turismo que hagas para una ciudad (lo digo por Iruña que ayer presentaba su flamante plan de turismo sostenible, inclusivo y respetuoso) qué duda cabe que tener un huracán así te devora. Toca invitarle a Sanfermines a cambio de unos acordes con guitarra....¿Querría?