Cuando hablaron del milagro de Mendilibar con el Sevilla –salvarlo de bajar a Segunda por la vía rápida y ganar la Liga Europa– se podía entender por ignorancia. Pero que se vuelva a decir cuando gana con el Olympiacos la Liga Conferencia –primer torneo europeo que conquista un equipo griego– ya solo se puede atribuir a mala fe. A Mendi, por su edad, su dilatada experiencia y su defensa a ultranza del fútbol sencillo, sin big data ni entrenadores con tablet, se le ha puesto una injusta etiqueta de dinosaurio que acaba por olvidar que su fútbol es, ante todo, efectivo. Y entonces llegan las sorpresas y se habla de milagros, en vez de aceptar con sencillez que es un buen técnico, que sabe a qué jugar con los futbolistas de que dispone, y motivar, y crear piña, y leer bien un partido y a cada rival. La antítesis del fútbol-tontería que a veces nos intentan colar como si esto fuera mucho más complicado que un juego de once contra once.