Ha pasado ciertamente desapercibido, pero esta semana se ha cumplido un año de las elecciones que revalidaron el Gobierno de María Chivite. Cosas de la política en Navarra, en la que el último tema de discusión principal ha sido el nuevo código de conducta en el Parlamento y una abstracta agencia de verificación informativa. Todo un reflejo de los términos en los que se desarrolla un debate tan estable como plano.

Sin duda influye que este último año ha sido muy electoral. Las generales de julio, convocadas al día siguiente de las autonómicas, marcaron el tenso proceso de formación del Gobierno en Navarra y aplazaron cualquier decisión importante hasta que no se consolidara la investidura del Pedro Sánchez.

Luego vinieron la moción de censura en Pamplona, la aprobación de los presupuestos, las protestas del sector agrario y un nuevo ciclo electoral que culmina ahora con las elecciones europeas. Veremos si de forma definitiva o solo provisional. No hay que descartar un nuevo adelanto si la situación se vuelve ingobernable en España. El resultado del 9 de junio permitirá clarificar algunas cosas.

Estabilidad frente a crispación y ruido

Hay un contraste evidente entre la estabilidad que ofrece la situación política en Navarra y la crispación y el ruido que predomina en la política española, que al final lo acaba contaminando todo. El centralismo político, económico y mediático que irradia el Gran Madrid cada vez es mayor y resulta difícil salir de esa espiral. Sobre todo cuando el relato se acaba imponiendo de una forma tan implacable como interesada.

Algo que afecta especialmente al PSN y a la parte socialista del Gobierno de Navarra, muy pendiente siempre del ritmo que marcan el PSOE y Pedro Sánchez.

Los cinco días de reflexión y la posterior apuesta por la regeneración democrática –argumento para confrontar con la extrema derecha en esta campaña– es un buen ejemplo. En las últimas semanas Chivite ha hablado más sobre los bulos, los insultos en las redes sociales o de la crispación política que sobre cualquier otro asunto competencia de su Gobierno, que sobre el papel parecería más prioritario.

Sin propuestas

Durante estos 12 meses la actividad legislativa ha sido más bien escasa. Salvo los presupuestos, una reforma fiscal de mínimos y la reforma de la Lorafna, propiciada por una sentencia contraria del Supremo, apenas ha habido iniciativas relevantes en el Parlamento. Los plenos se han convertido en una sucesión de debates sobre los mismos temas entre dos bloques que por lo general no aportan ningún argumento ni propuesta nueva. 

La derecha sigue siendo incapaz de salir de las consignas que viene repitiendo sin éxito los últimos nueve años. UPN continúa en su particular travesía en el desierto, más preocupado por frenar el empuje del PP, que ya le ganó en las generales y se hará con su espacio en las europeas, que por volver a recuperar influencia institucional. Celebrar como una victoria una encuesta propia que sigue dejando al partido en la oposición relata muy bien por dónde pasan las prioridades de la nueva dirección regionalista.

Tampoco la mayoría progresista se ha mostrado más original. Tras la difícil negociación del pasado verano las relaciones se han normalizado y cada partido parece haber asumido su rol. Un reparto de responsabilidades que ahora incluye también Pamplona y que facilita los acuerdos porque nadie tiene incentivos tensar la situación. Todos dependen de todos y nadie se sale del guión.

Eso no significa que el Gobierno esté paralizado. Al contrario. El Gobierno gobierna, pero lo hace en gran medida por inercia y en los términos en los que lo ha venido haciendo las dos últimas legislaturas. Con algunos éxitos relevantes en materia económica e industrial o en el reconocimiento de las otras víctimas, pero también con algunas lagunas pendientes de resolver en Salud o en Vivienda, donde no se acaba de ver una mejoría. 

Quizá sea pronto para valorar los resultados. Quedan tres años y el Gobierno todavía tiene los votos necesarios para culminar un programa que sigue siendo claro y coherente. Pero el tiempo corre y el escenario presupuestario a medio plazo se presenta incierto. Las nuevas reglas de austeridad presupuestaria empiezan a asomar en el horizonte, veremos con qué intensidad. Las elecciones europeas también van de esto.