Pétalos de flores en lugar de gritos desabridos. Hoy, la calle Curia será una zona templada y amable al paso del cortejo cívico-religioso posterior a la procesión de San Fermín. Transformación radical gracias al Manifiesto Social por la Convivencia en Sanfermines 2024, surgido desde Alcaldía. O eso esperan Asiron, su guardia pretoriana y la oposición. Por la imagen de la Ciudad y por su tranquilidad personal. Al leer prosa tan fraternal y conciliadora, pensé que sería el prólogo al anuncio de una decisión largamente esperada: la recuperación de la Marcha a Vísperas. Su supresión, forzada por excesos irracionales en la duración y comportamientos violentos, ha sido el mayor destrozo de las últimas décadas a la integridad de las tradiciones sanfermineras. Queda un sucedáneo de Riau-Riau, solución cómoda y complaciente para autoridades que renuncian a su compromiso histórico y sueltan a los músicos para solaz ciudadano.

Riau-Riau es solo el grito final de un estribillo escrito para un vals previo, La alegría de San Fermín (Astrain), que se convirtió en un momento dado en única y característica partitura de la tarde de la víspera. Música como aderezo de un plato sin sustancia. Sin Corporación en Cuerpo de Ciudad, no hay Marcha. Y sin Marcha, el vals es un bluf. Políticos municipales facilones en la gestión. El extenso Manifiesto reconoce que nuestras fiestas, “desde su carácter popular y espontáneo, reflejan los cambios experimentados por la sociedad pamplonesa”. Una obviedad. Y un principio básico tantas veces vulnerado: “El desarrollo de los Sanfermines tiene que fundamentarse sobre principios irrenunciables de convivencia, inclusión y escrupuloso respeto por la ciudad y sus gentes”. Lírica idílica. Hasta el propio grito de Riau-Riau nació para incordiar políticamente. En Curia, La Pamplonesa debiera tocar el vals de Astrain en lugar de El Asombro de Damasco. Si la moderación se impone a la bronca, ¡Riau-Riau! De puro asombro.