No he vuelto a las barracas desde que los niños dejaron de ser niños. Además me pilla lejos. Como a todo el mundo. Y luego están los precios, un enemigo declarado de las políticas que apremian al aumento de la natalidad. Y explíquele a un pequeño la subida del IPC y la pérdida de poder adquisitivo. Las barracas, o los caballitos o el Real de la Feria (según rezaba en algunos carteles publicitarios de atracciones foráneas) estaban muy bien en el centro de la ciudad. Pero ampliar las calzadas, construir una moderna estación de autobuses, las mejoras urbanísticas en suma, mandaron al Tren de la Bruja a la vía muerta de la rivera del Arga. Pese a todo, los peques siguen entrando a la fiesta por ese mundo de luces multicolores y altavoces a toda mecha. y por entre los faldones de los gigantes. De un lado y del otro vienen los primeros recuerdos sanfermineros. Y del circo, también desterrado ahora a no se sabe dónde.