Quién me iba a decir el año 2010, visitando la casa serrana de la familia Del Río Cortés, que esta ganadería, a pesar de ser de lo más contrastado en el orbe taurino, y de ser prevalente entre las figuras, iba a estar por encima de ellas, y poco a poco se iba a hacer con un hueco entre los elegidos y fijos de esta Feria del Toro, tan necesitada de buenos e importantes toros, y tan aburrida de ignorantes y expertos en el esperpento.

Y ya con una buchaca de premios encima, las vitrinas de Don Victoriano, todo un lujo de personaje, con sus 84 años al frente, aún, por delante de todos en lo que en Guadalix y Maiorga debe hacerse, exigido allá donde figure su nombre, y con exigencias, en las cuales me incluyo, por mor de no parecer algún adlater de esta familia, de todo el aficionado en general que ya no sabe donde darle porque a todos duele ver a la gente triunfante, y parece gustar las caídas libres, el hombre sigue a lo suyo, y de plaza de primera en plaza de primera, toreen las figuras máximas, o las medias, sigue adelante demostrando que en esto del toro bravo entiende perfectamente que es el adjetivo calificativo que acompaña al nombre del burel. Corrida muy bien presentada.

Con problemas en corrales que se sustentan por la largura de piezas hábiles que tiene en El Palomar. Toros que corren, pero que no solo tienen fondo, sino algo más. Y empezaba todo, poco a poco con la aburrición absoluta que el diestro de Beziers demuestra en sus clónicas tardes, seguidos de toreros que también están ahí arriba, pero que buscan solo la colaboración de una chochona noble, todo para afuera, y sin ninguna intención de fajarse. Y así, todos expectantes con que esto acabara rápido, más que nada por eso del fútbol que nos seguía tras el proceso taurino, pasaban bureles que apenas podíamos significar, sobre todo por el esfuerzo de los esforzados.

También, alguno más que otro, querrán ir a ver a la selección. Y podía ensañarme con ellos. De hecho ayer por la mañana, con foto obligada, le comentaba a Ginés Marín que al loro con lo que hacía que poco me costaba darle unos buenos recados. Pero es que, al menos en esta tribuna, que en teoría es para los enormes animalicos que muchas veces se encuentran indefensos ante tanta ignominia humana, uno se congratula de ver un toro bravo de verdad. Un toro de bandera. De vuelta al ruedo como mínimo. Que, por supuesto se monta sobre el diestro, aunque le den cincuenta orejas.

Hoy el toro se merecía las de Emilio. Y una vez más, Don Victoriano Del Río se convierte en el criador de un bello y espectacular animal que lo trae a los Corrales del Gas, junto al río que baña esta hermosa ciudad, la Vieja Iruña, y ya, desde hoy se puede llamar con fundamento Don Victoriano Del Río Arga. Porque Campanilla nos levantó, no sólo la tarde, sino también el ánimo para lo que nos queda. Y esperamos que toquen más clarines