En agosto, al contrario de lo que pregona el tópico, siempre ocurren hechos noticiosos más allá del periplo festivo y vacacional habitual. Es un buen balcón agosto para observar el panorama desde nuestra comodidad. Quizá falsa. Mientras en Navarra los días transcurren entre pochadas, zikiros, alubiadas, calderetes, santos desfilando en procesiones y vacas, muchas vacas por todos los lados, y la política foral se va de descanso, el mundo exterior sigue su rotación como si nada de lo que aquí vivimos estuviera sucediendo. En política, en el área internacional, en el ámbito de los sucesos, en el deporte –este año con el añadido de los Juegos Olímpicos de cada cuatro años–, comienzan guerras, hay golpes de estado... casi todas las secciones de un medio informativo contienen argumentos de peso. De hecho está siendo un mes de acontecimientos relevantes en la política española con la investidura de Illa prevista hoy en el Parlament y la posible llegada de Puigdemont a Catalunya y su detención que auguran un nuevo curso político a partir de septiembre incierto en su devenir en Madrid. Las señales de una peligrosa inestabilidad política y militar se están extendiendo este mes de agosto. La inestabilidad es la característica necesaria de la globalización neocapitalista de este siglo XXI. Agosto es un mes propicio para todo tipo de desaguisados: se perpetran fechorías políticas, comienzan guerras, se invaden países, se dan los primeros pasos de las crisis económicas... Y todo ello parece estar coincidiendo ahora en un bucle gigantesco. Al genocidio del pueblo palestino por parte de los sionistas y la extrema derecha de Israel le puede seguir ahora la extensión de una guerra internacional en todo Oriente Medio. Continúa en la guerra en Ucrania, eso sí, más apartada de primera línea de la geopolítica. Se extiende la desinformación y aumenta la manipulación global del conglomerado de la mentira azuzando desde los discursos de extrema derecha las cacerías racistas contra inmigrantes como en Inglaterra y las soflamas del fanatismo religioso por todo el mundo, ahora con la persecución y asesinatos en Bangladesh de ciudadanos hindúes y no musulmanes por parte de grupos islamista que pueden iniciar otras de las terribles guerras religiosas en la zona. El saqueo de los recursos naturales y la explotación de millones de seres humanos, muchos niños y niñas, continúa también en África con ejemplos desoladores de inhumanidad como el genocidio infantil en las minas de cobalto del Congo para satisfacer las ansias del capital. La tensión se extiende igualmente por Latinoamérica tras las elecciones en Venezuela y EEUU se enfrenta a otras presidenciales cruciales dentro de 90 días con Trump intentado volver a la presidencia mientras la sociedad estadounidense se desangra con millones de personas abandonadas en la extrema pobreza. A este agosto tampoco le ha faltado su lunes negro en las Bolsas y aunque parece que ha sido una falsa alarma, el poder financiero que controla los mercados da síntomas de riesgo creciente. Y sobre todo ello planea la evidencia de una emergencia climática que augura consecuencias catastróficas. En agosto, EEUU lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. El balcón de agosto muestra en todo su valor y en toda su inhumanidad la importancia del lugar donde naces.