El paso de Ayuso por Iruña, un ejercicio más del paracaidismo político que ejercen los políticos de Madrid en sus viajes a provincias, tenía, además de un par de paradas culinarias –no es cierto que le aplaudieran en la comida con el restaurante lleno más allá de un par de meses preparadas de la causa–, dos objetivos. Encontrarse con la ejecutiva de la CEN para animar a los empresarios navarros a largarse a Madrid y un acto público con un grupo entusiasta de seguidores. De ninguno de ellos creo que ni el PP de Navarra ni la propia Ayuso vayan a sacar mucha tajada para sus intereses partidistas. Todas sus intervenciones fueron una sarta de sandeces y un compendio de mentiras sobre la realidad de Navarra y de los navarros y navarras. No es nuevo. Al menos no ha vuelto a llamar a los navarros y navarras paletos como hizo. Ni ha repetidos sus groseras descalificaciones contra el autogobierno foral y el Convenio Económico. Se limitó a despotricar contra el actual Gobierno y la mayoría democrática que lo sostiene en el Parlamento. “Navarra está gobernada por un proyecto liberticida, antiespañol, autoritario y antidemocrático”, dijo con la escasa capacidad de innovar de su imaginario. Es más o menos lo mismo que dice del Gobierno de Sánchez cada día y de todos aquellos gobiernos en cuyos territorios no mandan PP y Vox. También arremetió contra el modelo educativo, la sanidad, describió un panorama empresarial desastroso y una fiscalidad propia de los infiernos de Pepe Botero. Todas sus soflamas fueron, simplemente, falsas y demostraron que su desconocimiento sobre Navarra, su historia, presente, cultura, tejido empresarial, situación del empleo, cultura, lengua, educación, sanidad... etcétera es absoluto. Que no tiene ni idea de lo que habla, vaya. Ayuso parece un avatar al que le colocan el disco duro y lo larga independientemente de que no tenga coincidencia alguna con la realidad. De cerca, hasta la sonrisa parece ya falsa. Política y socialmente es irrelevante en Navarra –su discurso como el de Vox fracasan en esta tierra–, pero lo que jode es que esas sandeces y mentiras dirigen buena parte del discurso político y del debate público en este tiempo y ocupan espacio en los medios. Cualquier mindundi se cree con el derecho de insultar, descalificar y manosear políticamente la realidad social, política, económica, histórica, laboral, cultural, lingüística y el autogobierno de Navarra. Y más aún que ese ataque que falsea la imagen de Navarra tenga como cómplices a políticos navarros. Es evidente que el PP está perdiendo una oportunidad histórica de ganar espacio en el ámbito sociológico de la derecha en un momento de desorientación de UPN, pero si la apuesta para avanzar en ello es Ayuso, sus posibilidades en una comunidad como Navarra serán pocas o ninguna. UPN puede estar tranquilo. En todo caso, la realidad de Navarra no es la que describe Ayuso. La sociedad navarra de hoy, con sus problemas y retos también importantes, tiene altas tasas de cohesión social, prosperidad económica, empleo y convivencia democrática y ha reducido la deuda y el déficit. La mayoría de la sociedad navarra vive con normalidad en la Navarra de hoy. Y esa realidad no hay sandez ni mentira que la pueda modificar.