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A PROPÓSITO

Jesús Barcos

Déjenme que les cuente

Déjenme que les cuente

Mi cabeza volandera a veces imagina cosas peregrinas, y un combo de añoranza y fantasía me lleva a elucubraciones surrealistas. Me pregunto qué dirían hoy mis padres de la política; qué impresión tendrían de tal o cual gerifalte, con quiénes se identificarían más, con quiénes menos, y si alguno les sacaría de sus casillas. Todo eso de seguir vivos y no haberse marchado hace ya muchos, muchísimos abriles. De regresar mañana a Tierra, además de darnos mucho susto, supongo que todos los muertos estarían desubicados tras el parón forzoso y por volver a someterse a estas barrilas mundanas, y encontrarse con este pastel. Quienes fallecieron hace cuatro décadas necesitarían un doble grado para actualizarse. Un máster los que cascaron hace dos, y una EBAU quienes nos dejaron hace un decenio. Trotskistas, maoístas o carlistas preTransición probablemente no sabrían ni por dónde les daría el aire. A muchos de HB tampoco. Los de Euskadiko Ezkerra pedirían su propio curso a distancia. A los del PNV de los setenta les costaría seguir el hilo EA-Bildu. En cambio los de AP creo que pillarían el presente bastante rápido, y algunos de camisa azul irían ahora al verde. 

Chaladuras aparte, en esta vida asistimos a una sucesión de modas, ascensos fulgurantes, caídas, recaídas y juguetes rotos, Personas públicas, también políticos, tocadas un día por la diosa fortuna, que terminan perdiendo la brillantina y hasta la brújula. El poder suele generar adicción, quizás también porque tiene algo de juego. Hay aspirantes con pocas fichas y jugadores –en la rifa de la monarquía– que las atesoran todas. El poder y el dinero cambian a la mayoría de las personas. Muchas no se dan cuenta, y se lanzan a una pendiente sin frenos. Me pregunto qué pensaría hoy un felipistadel 82 enamorado del gracejo de Felipe González, o un juancarlista del 81 ensimismado con la leyenda del rey firme y determinado aquel 23 de febrero. Qué bajona les daría, qué sensación de timo, de tomadura de pelo, y qué dos egos como dos Alvias se gasta la pareja. Hay historias que rumiamos por fascículos. Como la de Juan Carlos y Felipe, tanto monta monta tanto, sociedad limitada. Lo tenían todo para pasar por la historia planeando, pero se enfrascaron en su viaje al subsuelo y ahí siguen, bajando plantas como en un pozo minero, amparados por si acaso por una ley de secretos, de cuando el dictador cavilaba sobre la sucesión con el príncipe bajo su axila, arrimado el muchacho al sol que más calentaba. Juan Carlos fue proclamado sucesor hace 55 años y rey hace 49. González irrumpió en Suresnes hace 50, y Aznar recibió el poder de Fraga hace casi 35. Este maletón de soberbia acarreamos.

Las dudas sobre la comunicación gestual del rey plantean una hipótesis grave que ya está en el debate público: ¿Borbonea Felipe VI?

Ahora que vamos conociendo el equipaje, somos súbditos de otro tiempo y otra corte, la que exhala el letizismo fascinado, como si la reina fuera medio republicana, reversionando el viejo single juancarlista. Otra boutade a mayor gloria de Zarzuela, que acelera a fondo con Leonor, para que reciba más medallas y distinciones. La monarquía siempre debe de ganar para seguir estando. Lo cual exige cuidar también el flanco izquierdo y mantener el decoro. Parece que a Felipe VI eso a veces le cueste esfuerzo, a pesar de saberse escrutado y ser muy consciente de que el derechismo saca pecho al respecto. Las dudas sobre la comunicación gestual del rey plantean una hipótesis constitucionalmente grave:¿Borbonea Felipe VI? ¿Y si es así, alguien porta el cascabel? No caerá esa breva, menos después de ver al exministro Garzón en el besamanos del 12-O, enésimo gol en propia puerta a la causa republicana, este entre las piernas. Si los muertos volvieran fliparían. Muchos se entristecerían, otros se partirían la caja