No puede ser más esperpéntico el espectáculo que se ha dado y se está dando ante una catástrofe como la ocurrida en Valencia. Un desastre humanitario y, también, un despropósito en el uso partidista, para más inri con la infiltración de la ultraderecha para manipular la catástrofe. Ayer escuchaba a Feijóo, líder del PP, pedir sin remilgos que le quiten el mando a Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana (del PP).

Es decir, que no sea el gobierno autonómico el que coordine las emergencias y que la crisis la controle el Estado. ¡Intervención pura y dura! En definitiva, que se declare el estado de alerta 3 (el gordo, el de emergencia nacional para catástrofes naturales, guerras o pandemias) siete días después de que el Gobierno regional haya gestionado a su manera la protección de su ciudadanía. Cuando hemos visto cómo han tenido que marcharse a mitad de camino bomberos catalanes, esperar los de Bilbao para entrar o el regreso de dos helicópteros enviados desde Andalucía... El general jefe de la UME –alto mando militar– aseguró ayer que los batallones disponibles en Valencia estuvieron preparados desde el mismo martes. Nadie lo pidió. Sin duda que esta DANA deberá servir para revisar la coordinación entre instituciones y la forma de intervenir de manera más ágil, además de dar mucho más valor a los avisos de Aemet, pero no puede ser que los que paguen el pato sean los ciudadanos que a las ocho de la tarde reciben una advertencia cuando ya era tarde. Por cierto que esta catástrofe ha dado un balón de oxígeno a la monarquía, una institución que no gestionada nada y que solo sirve para la foto.