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Recursos humanos

Maite Pérez Larumbe

A mano

A mano

¿Escriben a mano? ¿Listas, diarios o memorias, propósitos, maldiciones, poemas, canciones, quejas, recetas, informes, ideas, esquemas? Hay personas que lo hacen porque sienten que el cerebro no se les activa igual delante de una pantalla. Se dice que escribir a mano favorece la asociación de ideas, la concentración, la creatividad. No sé si la individualidad. Hace tiempo leí que cuando tallábamos bifaces se nos activaban las mismas áreas cerebrales que participan en la elaboración del lenguaje, por lo que es plausible que ambas habilidades se desarrollaran a la vez. Golpe a golpe. Una intuición poética. Desde entonces imagino que cuando escribo a mano tallo una herramienta.

Igualmente, tiene sus riesgos. La caligrafía me devuelve el diagnóstico certero de mi estado de ánimo, mi interés y mi concentración, como si no fuera suficientemente consciente, y los realimenta. La letra me retrata. Por eso, cada vez que empiezo un cuaderno o una hoja me propongo que la letra sea legible y regular, las líneas horizontales, la presión uniforme. Creo que es un ejercicio de disciplina que me conviene contra las melancolías del otoño.

Además, he descubierto, y esto quería contarles, que al volver la hoja y ver la huella que lo escrito ha dejado en el reverso, las eles, las bes y las tes hacia arriba y las pes o las jotas hacia abajo mantienen una inclinación que se replica, como si hubiera una identidad sostenida. La impresión en el revés manifiesta un grado de coherencia que a veces resulta difícil de percibir en la cara. Eso me da alguna tranquilidad. Me gusta acariciar el papel, sentir su relieve, comprender que las variaciones diarias carecen de la importancia que suelo atribuirles. Si lo hacen, verán que es como si se miraran desde atrás y se vieran caminando, a su paso, ustedes, inconfundibles.