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65 años

Asistimos a la instauración formal de la Generación Sénior, ese grupo de edad de 65 años o más, una denominación más fina y a tono con los tiempos que corren que aquella de Tercera Edad

65 añosArchivo

“¿Tú cuándo te jubilas?”. Es la pregunta recurrente en una conversación de sexagenarios. El monotema. Antes que interesarse por el estado de la familia, mostrar las fotos de los nietos, hablar de fútbol o de planes de ocio, al interlocutor solo parece preocuparle de primeras qué día adquieres la categoría de pensionista. Como si fueras a cruzar una barrera e ingresar en un nuevo cosmos social. Por lo que observo en personas cercanas que han accedido a ese estatus (se han hecho montañeros, van al teatro, cantan en un coro, se pelean con internet para coger un buen destino en los viajes del Imserso, están al día en los beneficios y descuentos de tarjetas, bonos y abonos…), les cambia hasta la cara. Ya no son los mismos que se levantaban a las seis de la mañana o padecían el jet lag del turno de noche. Han terminado con la dictadura del reloj. Los ves ahora distintos y percibes que te miran diferente. O eso me parece a mí.

Asistimos a la instauración formal de la Generación Sénior, ese grupo de edad de 65 años o más, una denominación más fina y a tono con los tiempos que corren que aquella de Tercera Edad (nunca hubo una Cuarta Edad). Tiene mucho de marketing eso de ser un sénior en lugar de un… ¿qué? ¿Un postmaduro, un preanciano, un vieduro, un obsolescente…? Ese grupo de reciente catalogación, que ya recoge al 21% de la población y que en 2055 llegará al 30%, preocupa a las instituciones por temas tan diferentes como la soledad o que no queden anclados ante los avances tecnológicos (esa nueva forma de aislamiento); pero no nos engañemos, los hombres y mujeres de 65 años o más son también un objetivo con el que hacer negocio: la mayoría goza de buena salud, maneja algún dinero y tiene mucho tiempo libre. Siempre que en la caja de la Seguridad Social haya recursos económicos...

Lo que fue la Generación Límite a la que cantaba en los ochenta Miguel Ríos (“ya no hay rastro de los viejos sueños…”) llama hoy a las puertas de la Generación Sénior; y creo que además de desprenderse de rutinas y preocupaciones que les han atado durante tantos años, tienen mucho que aportar, mucho que enseñar y mucho por lo que pelear todavía. Porque nadie se jubila de la vida. Y menos ahora.