No recuerdo porqué salió el tema, supongo que en alguna conversación sobre la vida, sobre cómo mejorarla con esas pequeñas cosas que ponen luz frente a la bruma gris que esparcen otros, pero estuvimos durante unos días hablando sobre la conveniencia de comprar un arbolico, un limonero. Sugirió ponerlo en el balcón, en una de esas esquinas que sirven para recuperar vida entre la piedra. Nati estaba convencida de que iba a quedar bien, de que se nos iba a dar, que nos olvidásemos de las delicadezas para arbolito, que si el viento, que si el sol, porque con cariño y sentido común los proyectos salen. Nuestra amiga Nati anduvo mirando en tiendas de la cosa los arbolitos, calibrando porte, precio, apariencia, quizás su futuro. El asunto quedó ahí, presente pero inacabado, listo para retomar.

Con Nati, con Alfonso y con Unai, tenemos una cuenta pendiente por el dichoso árbol. Nunca fue un asunto menor, sí divertimento entonces al que toca ahora materializarlo con presencia y forma, y también darle mucho fondo. Era un trato al que habíamos llegado, un pacto no escrito y sin firma, que no pesa y sí ilusiona. Gracias por esta bonita tarea.

A Nati le gustaban las plantas, la huerta de Labiano, su Txantrea, estar con sus dos chicos, la vida tranquila, las cosas sencillas, entretenerse en soñar con los años que vendrían, sin madrugones insanos, sin la espalda molida, todo con más calma, que te lo has ganado.

De Nati nos gusta para siempre su risa franca, estruendosa, su melena roja –mejor siempre roja–, su ilusión por vivir, su preocupación por los que estaban junto a ella, sus ganas por hacer cosas, su complicidad silenciosa, la senda sencilla de los que saben lo que hay y disfrutan con ello. Una mujer montaña de estatura y corazón que ató todos los nudos, soltó otras amarras y dejó unas cuantas tareas.

Nati, para examinar lo que traman nuestras zarpas sobre el limonero, ha encargado a Alfonso y Unai que anden al tanto con este trabajo, que las cosas se hacen con amor y temple hasta el final, que la vida se recorre mejor así. El querido arbolito que siempre estará aquí. El limonero de Nati.