La cumbre del clima (COP29) arrancó el pasado 11 de noviembre con escasas perspectivas de éxito sobre un gran acuerdo que contara con compromisos claros y reales y financiación suficiente para los países más vulnerables en la lucha global contra el cambio climático. A medida que han pasado los días, el escepticismo inicial se ha ido transformando en desesperanza y desilusión hasta alcanzar altas cotas de pesimismo en las últimas jornadas, dada la ausencia de avances que ha derivado en un inasumible bloqueo, más allá del importante acuerdo alcanzado ayer in extremis sobre los mercados de carbono, logrado tras nueve años de negociaciones y que se antoja muy insuficiente de cara al objetivo de frenar entre todos el calentamiento global del planeta y sus nefastos efectos.
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Este bloqueo ha llevado a los representantes de los países en desarrollo a abandonar “temporalmente” la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebra en Bakú por graves discrepancias con el rumbo de las negociaciones. Se trata de un toque de atención ante la tacañería con que los países más desarrollados están afrontando el asunto de la financiación de la lucha contra el cambio climático, que es fundamental para cumplir unos mínimos objetivos. Los estados más ricos han ofrecido –tras las últimas presiones– elevar a 300.000 millones de dólares anuales la dotación de financiación directa en ayuda climática, pero los países en desarrollo reclaman al menos 500.000 millones.
Este bloqueo supone un retroceso que lleva a la COP29 a una posición insostenible. No se puede condenar a los países en desarrollo –que, en general, sufren la mayor concentración de contaminación que no producen– a carecer de soluciones energéticas y productivas, por lo que los países más desarrollados deben contribuir con una financiación justa, además de introducir compromisos realistas de mitigación de su impacto ambiental.
No sirve ya simplemente con teorizar sobre si los procesos de implantación de las medidas son imposibles en plazos y objetivos. Tampoco el negacionismo puede ampararse en exigencias difíciles de cumplir en materia ambiental para cargar contra todas las políticas necesarias. La prórroga que ha habilitado la COP29 para seguir negociando debe alumbrar, sin excusas, el acuerdo de calado que el mundo espera y necesita.