Maravillas Lamberto Yoldi (Larraga, 28 de junio 1922 – Larraga, 15 de agosto de 1936)

A las 3 de la madrugada del 15 de agosto de 1936 una pareja de la guardia civil, un falangista y un requeté se presentaron en el domicilio de la familia Lamberto Yoldi. Detuvieron al padre, Maravillas pidió acompañarle, a lo que accedieron. En el Ayuntamiento fue violada repetidas veces, algunas en presencia de su padre. Posteriormente a las 5 de la madrugada los llevaron a Ibiricu donde la volvieron a violar y luego asesinaron a ambos. Tras la muerte arrojaron el cuerpo desnudo a los perros. Maravillas tenía 14 años. (Wikipedia).

Me atrevo a pensar que si Maravillas Lamberto levantara la cabeza y viera que ese engendro llamado Los Caídos no va a ser derribado, y, para más inri será resignificado con su nombre, le invadiría una infinita tristeza y el sentimiento de ser nuevamente deshonrada.

Ni ella ni el resto de asesinados, torturados, desaparecidos, perseguidos y represaliados por uno de los regímenes mas sanguinarios y abyectos de la historia de este país merecen un acuerdo (EH Bildu, Geroa Bai y PSN) tan mezquino como el que pretende blanquear el edificio que corona y estrangula la ciudad desde hace 82 años.

En la actualidad el huevo de la serpiente del fascismo se desarrolla en el seno de la sociedad retornando a lugares y situaciones que creíamos superadas pues dejaron una huella de terror y destrucción insoportable.

El derribo de los Caídos debiera ser un acto coherente de verdad, justicia y reparación. Lo mínimo que ofrecer a las personas que defendieron con sus vidas la democracia con la que hoy tanto se nos llena la boca.

¿Qué pensaríamos si en la casa natal de A. Hitler se ubicara un lugar de recuerdo y homenaje a las victimas del holocausto? Espacio de memoria debe ser aquel (p. e. Ezcaba) donde se represalió a las victimas pero nunca en un mausoleo erigido para glorificar a sus asesinos.

No se debería olvidar que el ínclito monumento se levantó para exaltar el régimen franquista pero también para dar sepultura a Mola y Sanjurjo, principales organizadores del golpe militar del 36. Esa impronta no se borra escondiendo la basura debajo de la alfombra. Como dice uno de los firmantes del acuerdo (afirmación que comparto) es un edificio de exaltación franquista el más vergonzoso que hay en Navarra. Afirmar que es un acto de justicia poética, nombrar al mausoleo Maravillas Lamberto, produce sonrojo y vergüenza ajena en grado superlativo.

Dicho acuerdo está en línea con el desarrollo de una transición que tras la muerte del dictador dejó las esencias franquistas en la recámara y hoy florecen como setas. El propio Franco proclamó que todo estaba atado y bien atado. ¡Pues eso!