Sánchez exhumó a Franco del valle de los Caídos (24-10-2019). Con ostentación. Asiron, alcalde de Pamplona, lo había hecho antes con los restos de los generales rebeldes Mola y Sanjurjo del Monumento a los Muertos en la Cruzada (Otoño 2016). Con discreción. En ambos episodios mediaron recursos judiciales. Artífices, el PSOE en la Comunidad de Madrid y EH Bildu en Pamplona. Los muertos fueron sacados de sus majestuosos mausoleos.
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Ahí no acabó la rabia. Resuelto el contenido, pendientes los contenedores. El vaciado no elimina su doloroso significado. La torre de 150 metros de altura –reclamo de basílica (subterránea), arquerías, abadía y hospedería– sigue enhiesta en Cuelgamuros.
La cúpula del Monumento a los Caídos resalta entre las edificaciones del urbanismo pamplonés. PSN, EH Bildu y Geroa Bai, el trío Los Tibios, han suscrito un “Acuerdo político para la transformación del denominado Monumento a los Caídos y la creación del Centro de Interpretación Maravillas Lamberto”. Negociación sigilosa. Presentación en fecha señalada (20-N). En la cuneta de la marginación, Contigo-Zurekin, compañero de gobierno foral y municipal, y las asociaciones memorialistas, fervientes impulsoras del derribo. “Espada por la espalda” y “desazón” (Tristes, defraudados, indignados). Un sello de indignidad en el comportamiento político.
También les parece “éticamente cuestionable” la apropiación del nombre de Maravillas Lamberto, incluso con oposición familiar. El PSN nunca ha sido partidario del derribo del Monumento. A EH Bildu le ha faltado coraje político para defenderlo. El acceso al poder de gestión pasa por el conversor: del idealismo al pragmatismo. Dinero tirado. Expectativas frustradas. La consulta ciudadana tendría que haber sido previa a cualquier iniciativa. Con más enjundia que el cartel de fiestas o el autor del chupinazo. La resignificación, un placebo. Y un riesgo de que las derechas puedan devolverle un día su significado fundacional.