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A PROPÓSITO

Jesús Barcos

Entre yanquis y comerciales

Entre yanquis y comercialesChris Kleponis / POOL

Hace 15 años el pensador Amin Maalouf dijo que habíamos entrado en este siglo “sin brújula”. Ahora vamos camino de terminar el primer cuarto de centuria abrumados y perdidos. Maalouf publicó El desajuste del mundo en 2009, que comenzaba hablando de la caída del Muro de Berlín, soplo de “un viento de esperanza”. Siete lustros después de aquello el ambiente ideológico no es halagüeño. “No es sencillo plantear un panorama de optimismo” en las actuales condiciones, ha escrito Pablo Elorduy en El Estado feroz, editado por Verso. Cuando concluyó este ensayo, hace unos meses, Elorduy recordó a las “más de 39.000 personas, incluidos 13.000 niños y niñas, asesinados por los bombardeos israelíes sobre Gaza”. Ahora son en total más de 44.300, con cerca de 17.600 cadáveres infantiles confirmados, según datos gazatíes.

El año pasado, el papa Francisco recibió a familiares de los rehenes israelíes secuestrados por Hamás y a familiares de palestinos encarcelados en las prisiones de Israel. Según el pontífice, lo que venía ocurriendo no era una guerra, sino “terrorismo”. Francisco fue valiente y habló con propiedad sobre dos parámetros cuyas categorías morales se perciben muy diferentes, por lo que a menudo se encuadran a conveniencia.

La esperanza se ha rasgado en una Europa entre temerosa, huérfana y chochola ante un mundo que se remueve, con presidentes en la Casa Blanca que por su edad parecen salidos del Colegio Cardenalicio o del PCUS. Biden, que quedará ligado para siempre a la carnicería que está cometiendo Israel, cumplió 82 años el 20N, los mismos que tenía Franco cuando le embalsamaron como a un faraón. Trump ha cumplido 78 y recordarlo no es edadismo, sino la puñetera realidad,

En El desajuste del mundoMaalouf apostaba por una visión “adulta por fin de lo que somos, de lo que son los demás y del destino de este planeta que compartimos”, y por “conjurar el retroceso” que se anunciaba y que al final se ha consumado a zancadas. Han sido años penosos de 2009 hasta ahora, con una crisis económica, una pandemia, una guerra abierta en Europa, y suma y sigue.

En realidad nos sentimos vulnerables desde el 11S. Llevamos medio siglo recelando del imperialismo estadounidense y ahora nos inquieta la decadencia de EEUU con Trump y sin Trump, sabiendo además que tantos temblores seguidos, en vez de catárticos, nos pueden convertir en malos bichos cuando el miedo se agarra al pescuezo y nos asilvestramos.

La derechona sobre la que escribía Umbral se está haciendo derechonísima. La neoclásica y la posmoderna de estilo ‘casual’

En este cuarto de siglo por la Moncloa han pasado el inspector del bigote, el optimista de la ceja, un registrador andarín y un consumado encestador. Casado parecía salido de una tuna y se quedó en el camino, y Feijóo… Feijóo es el comercial al acecho, el que te contrata la luz y te baja las persianas. Comparte mostrador con Tellado, tiene a Ayuso en la trastienda, a Abascal en el almacén y a Aznar impartiendo negociado. Veinte años después de dejar la Moncloa el presidente de FAES sigue de instructor de vuelo del Partido Popular.

La derechona sobre la que escribía Umbral se está haciendo derechonísima. La neoclásica y la posmoderna de estilo ‘casual’. Al PSOE y a Sumar todo esto les pilla en el Gobierno, con el cometido de avanzar sin caer en marcianadas o en jergas espumosas pero estériles. No hay que subestimar la torpeza de un izquierdismo que se relame en sus pedradas inagotables, como si el fracaso en las urnas fuese un precepto dominical, preferible frente a las impurezas pactistas. Quien piense así yerra. Es necesaria una izquierda ambiciosa, ni esteticista ni obligadamente asceta, sin entreguismos ni oquedades, pero que quiera y sepa transaccionar. Si no acabará desactivada, renunciando a todo su potencial transformador, no solo a una parte.