Pocas veces un gesto que, en cualquier lugar, es simplemente diplomático ha resultado tan provechoso. Por una parte, los leones, o sea nosotros, lo hemos publicitado con alegría y orgullo, y se entiende el éxtasis. En verdad es un hecho extraordinario que un presidente español subraye en su fiesta la vasquidad de Navarra, y se agradece el afán didáctico. Pedro Sánchez felicita a la ciudadanía por el Día de Navarra: “Zorionak guztioi”, titulaba este periódico. No hay nada más bonito que un día bonito.
Por su parte, los tigres, o sea los otros, también han destacado la noticia, pero en su mayoría lo han hecho en sentido contrario. Ellos también juzgan excepcional que un presidente español resalte la existencia del vascuence en una jornada importante para la Comunidad, y sin embargo le achacan un énfasis desmesurado, innecesario. Pedro Sánchez felicita a los navarros: “Zorionak guztioi”, titulaba otro diario. Carne a las fieras, pues.
De modo que unos nos conformamos con poco para avivar la esperanza, y el mismo poco basta a otros para calentar su paranoia. Y lo cierto es que la política lingüística socialista no ha dado un giro extraordinario ni excepcional. Y lo cierto, también, es que el presidente español no escribió exactamente ese tuit, sino este otro, que siendo igual ya sabemos que no lo es: “Felicidades a todos los navarros y navarras. Zorionak guztioi”. Y eso, tras otras veintitrés palabras en castellano. Vamos, que ni un orgasmo ni un escándalo, sólo un guiño postrero, simbólico y realista, si cabe el oxímoron. Sin duda algo pasa, y me temo que no bueno, cuando el sentido común es mechero de pasiones.