Hola personas, buenos días. Esta semana vamos a dar dos paseos bien diferentes. El primero de ellos tuvo lugar el martes día de San Francisco Javier, copatrón junto a San Fermín de esta tierra nuestra que tan adentro llevamos. Es curiosa la diferente consideración y festejos que uno y otro acarrean. El joven estudiante y misionero, hijo de los Jaso y Azpilcueta, es merecedor de la fiesta grande de Navarra cada 3 de diciembre y todo el territorio lo celebra con mayor o menor intensidad, pero con algo en común: es fiesta en todo Navarra. No pasa igual con el segundo, Fermín, el mitológico hijo del recaudador Firmo, supuesto ayudante de San Saturnino y San Honesto, presunto obispo de Amiens y que solo consigue fiesta en Pamplona y en Lesaka, eso sí, qué fiestas, fiestas grandes, internacionales, reconocidas y calificadas como de gran interés por todas las guías habidas y por haber.

El día 3 lo comencé con un buen paseo. De Gorriti salí a Baja Navarra para tomar la carretera de Sarriguren. Dejando a mi izquierda el casoplón de los Huarte, Villa Adriana, llegué a las primeras casas de Ripagaina de donde salí al burladés puente de la Nogalera que atravesé para hacer a mi izquierda y tomar el paseo del Arga que me condujo, con una mañana deliciosa, hasta la Magdalena. De ahí pasé a Aranzadi que bordeé para seguir de nuevo el camino del río, cruzar el puente de la Rotxapea y subir la cuesta de Santo Domingo que me colocó en la parte vieja para poder llegar a la Seo pamplonesa, cosa que hice hacia las 12.30 porque mi idea era escuchar el concierto que la Capilla de Música de la Catedral de Pamplona iba a ofrecer al final de la misa. Llegué, tomé asiento cerca de donde el coro estaba poniendo sus voces al servicio de la liturgia y esperé. La sorpresa llegó cuando nos dijeron que el concierto se iba a celebrar en la sacristía. Hubo que darse prisa y acelerar el paso para ponerse en primera línea de salida tras una cinta que impedía ir directamente al mentado recinto. Mientras esperábamos, todo el personal mostrábamos nuestra indignación: pero… ¿a quién se le ocurre dar el concierto en la sacristía, en donde no caben cuatro gatos? Había miembros de coros pequeños que estaban muy quejosos con el Gobierno de Navarra porque este año les ha dejado sin intervenir en el día Grande del Viejo Reino, y, encima, decían algunos, ahora esto. No hay derecho. Estas y cosas más fuertes se oyeron durante la espera. Por fin levantaron la cinta que nos retenía y la puerta, como era de esperar, fue un embudo, pero, bueno, ya entramos. Unos tomamos asiento, la mayoría no. Pasen por aquí, hacia la sala capitular hay sitio, decía amable y paciente el director de la Capilla de Música, y el público, entre protestas, seguía entrando. Medidas de seguridad, para tanta gente en ese espacio, las justas. El coro ya estaba formado y el recinto que nos acogía, con ese exagerado estilo rococó que ostenta, pero que nos gusta, auguraban un buen resultado. El concierto empezó y nos dimos cuenta de que la decisión estaba bien tomada, ya que el estilo de música, acompañada por un piano, que íbamos a escuchar, en la gran nave de la catedral no hubiese sonado igual, en la sacristía sonó muy bien, el concierto fue muy bueno. Interpretaron canciones en francés, en euskera y una composición de Pau Casals, fue un concierto redondo, las voces bien empastadas, bien dirigidas, bien acompañadas por el piano, pero por encima de todo me llegaron muy adentro las voces de los bajos que me parecieron un lujo. Acabado el evento todos nos fuimos diluyendo por las calles y bares de los alrededores para celebrar, como se merece, el día de San Francisco Javier.

La segunda parte del paseo de hoy tuvo lugar el jueves. Servidor, que tiene ya muchas goteras, tenía que ir al hospital a un asunto de esos que se tratan allí. El trámite fue rápido y decidí darme una vuelta por las calles del Oeste pamplonés, barrio llamado por ello, en nuestra vernácula, Mendebaldea.

Primero recorrí el recinto hospitalario metiéndome por zonas un poco menos frecuentadas que las habituales, entré en una que está un poco más allá de la capilla y que no tiene salida y me hizo mucha gracia un grafiti que algún hospedado había dejado escrito en la pared, decía: Aquí se pasa hambre. Saludos Piter. Pobre, además de enfermo, hambriento.

Volví hacia atrás y llegué a la capilla, entré y di una vuelta rápida por su interior, es de estilo historicista y a mí, que no es un estilo que me vuelva loco, esa capilla no me parece fea, me resulta agradable, quizá más por dentro que por fuera. Su advocación es la de Nuestra Señora de la Salud, se levantó según los planos que dibujara el bilbaíno Enrique Epalza, costó 200.000 pesetas (1.200 €) y fue inaugurada el 31 de enero de 1913 por el obispo Fray José López de Mendoza. Tras la inauguración Ayuntamiento y Diputación se pegaron un banquete de 10 platos sin contar los postres. Creo que Piter no estuvo invitado.

He abandonado el recinto hospitalario y solo con cruzar la calzada me he encontrado metido en un gran bosque de abedules que el ayuntamiento plantó hace años y que ya empiezan a ser unos señores árboles, pero hay muchos, hay tal cantidad de ejemplares que ni los niños pueden jugar ni los abuelos pasear, eso sí, están chulísimos. Abandoné el bosque y me adentré en el nuevo barrio por el Paseo de D. Mariano Arigita (Corella 1864- Santuario de San Miguel de Aralar 1916), “el eclesiástico navarro más ilustrado en los últimos tiempos”, del que ya hablé no hace mucho y que es personaje que se merece un capítulo para él solo. En Mendebaldea le han dedicado un largo y tranquilo paseo peatonal que cruza desde la avenida de Barañain hasta la de Arcadio María Larraona. En sus dos últimas bocacalles a mano izquierda vi el Conservatorio Superior de Música de Navarra y la Biblioteca General. Zona culta. Llegué a la calle Larraona y doblé a mi derecha para llegar a ese grupo de chalets que allí encontramos, los paseé por su parte trasera que es balcón sobre Berichitos, allí donde todos tenemos garantizado el ingreso tarde o temprano y de donde emergen enhiestos un sinfín de cipreses para anunciar que bajo ellos descansan los que nos han precedido. Acabados los chalets me vi en un paseo del que desconocía su nombre, se llama Paseo 25 de noviembre. Día internacional contra la violencia de género. Está bien que semejante lacra sea recordada y combatida. Llegué a la Avenida de Navarra y mis pasos me llevaron hasta el parque de Yamaguchi, una cosa me chocó y es que en la barandilla del estanque han hecho una especie de hermanamiento con Donosti y hay tres piezas con nuestro león pasante y cinco con la famosa barandilla de la Concha.

Por la calle de la Rioja llegué a Pio XII y regresé a mis predios.

Besos pa tos.

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