Altube tenía ganas de ir a Madrid. Le dio por ahí. Empeñado en ir a esa ciudad-estado convertida por la reina de las cañas en el laboratorio neoliberal más agresivo de Europa. Le dije que a cuento de qué irse hasta allí en pleno puente floral si tenemos al lado la 59 Durango Azoka, Urbasa entera y hasta un concierto de Laura Pausini que siempre viene bien para apaciguar el desasosiego. Nada, que a Madrid –insistía.
Quería ver los retratos que Annie Leibovich le ha hecho al Borbón y la Letizia, me dijo. Joder Altube, se te ha ido la olla –le dije–. ¿No estarás pensando en resignificar también la monarquía? Esos retratos nos han costado 137.000€ de dinero público destinados a ensalzar a un rey ilegal, no lo olvides; cargado de chatarra en la pechera y cuya pose parece sacudirse del hartazgo de una monarquía en permanente estado de blanqueamiento. Acuérdate de Paiporta. Y ella, Letizia, como si vivir del cuento no fuera con ella, posando en plan Hollywood cubierta de Balenciaga. Y aún había gente allí que echaba en falta no sé qué de una diadema Flor de Lis y una banda de no sé qué otro Borbón. No sé –le dije a Altube–, si yo fuera Leibovich hubiera arriesgado; como la implacable prosa de Gabriela Wiener.
¿Se acuerdan de la foto que Leibovich les hizo a John Lennon y Yoko Ono, él desnudo, abrazando a Yoko vestida de negro? De esa polaroid histórica se dice que fue la última del Beatle. Ese mismo día lo asesinaron. Por cierto, ayer hizo 44 años. Pues una tipo a esa. Además, ya puestos, tendría un título muy realista: El rey desnudo que como saben es un cuento de Hanns Christian Andersen publicado en 1837 y que cuenta la historia de un monarca muy preocupado por su vestuario. Funciona a modo de metáfora y se refiere a cualquier verdad obvia negada por la mayoría a pesar de la evidencia, especialmente cuando es proclamada por el gobierno. O una monarquía necesitada de fotones.