Leo que respecto a otros países vamos fatal en matemáticas. No es nuevo. Y que las chicas peor que los chicos cuando en otras asignaturas es al revés. Un experto, Pablo Beltrán Pellicer, señala que la competitividad o el castigo al error en la enseñanza de las matemáticas echan para atrás a las alumnas. La interiorización temprana de que no son cosa nuestra está en la base de la conocida brecha STEM, la ausencia de mujeres en disciplinas científicas y tecnológicas, esas que ahora mismo están diseñando el mundo, el presente y el futuro, y lo están haciendo con una mirada masculina, partiendo de necesidades y experiencias mayoritariamente masculinas y obteniendo respuestas masculinas, perpetuando una forma de hacer que en otros ámbitos estábamos empezando a dejar atrás.
Al hilo, me llama la atención una cuestión que se repite cada vez que se trata de despertar el interés de las chicas, que, estaremos de acuerdo, debe hacerse lo antes posible. Creo que se abusa del recurso a lo que llamaría vidas de santas, una estrategia pedagógica a mi modo de ver cuestionable que consiste en la presentación de referentes de altísimo nivel, la llamada a la emulación frente al disfrute de la materia. Si la competitividad entre iguales nos aleja de las matemáticas, ¿qué estímulo supone compararse con premios nóbeles y científicas laureadas? Me explico, si lo que se pretende es que suba San Cristóbal, por empezar por algún sitio, quizá el referente más adecuado no sean los grandes nombres del alpinismo mundial, ya los admiraré o me inspirarán cuando sepa qué es subir un monte y me guste y quiera más. Para iniciarme, solo necesitaré alguien cercano que me acompañe para descubrir lo que de deseable y sorpresivo y satisfactorio tiene esa primera ascensión. Y, cuanto antes lo haga, mejor.