Lo que hoy parece un plan urbanístico de interés público y respaldado por el conjunto del Ayuntamiento de Pamplona –meseta de Donapea– ayer era un proyecto descabellado contra el que batalló sin descanso su vecina Galar. Han pasado 15 años desde que el Gobierno hizo suyo aquel primer proyecto fallido. Hoy, son los mismos propietarios de suelo pero las reglas del juego han cambiado y la demanda de vivienda apremia. Pamplona ha intercambiado suelo con la cendea y acaba de presentar el anteproyecto de nuevo barrio de Cordovilla con 4.900 viviendas (la mitad de ellas protegidas) y el soterramiento parcial de la Avenida de Navarra.
Este plan –que hizo suyo el Gobierno– no triunfó porque fue anulado por los tribunales pero no hay que olvidar que la Comarca de Pamplona ha crecido bajo este tipo de impulsos urbanísticos, principalmente en los años del ladrillo. Reinos de taifas con proyectos dispersos sin una planificación comarcal conjunta lo que ha dado lugar a la necesidad de crear nuevas conexiones viarias y dotaciones de servicios para los nuevos vecinos. Las rotondas, carreteras, colegios y consultorios llegarían mucho más tarde, donde los hubo.
No digo que Donapea no esté cerca de la trama urbana pero la meseta habrá que conectarla por los cuatro costados (Azpilagaña, Arrosadia, avenida Zaragoza y Avenida Navarra). Una oportunidad para remodelar la entrada sur de la ciudad, sin duda, pero sigue faltando una ordenación del suelo desde Ordenación del Territorio. Crecer donde hay que crecer. Para que se decida el tipo de vivienda que se quiere, que los pisos no salgan a doblón y se racionalicen los servicios.