Consumado el previsto final del ciclo del Gobierno liderado por el socialdemócrata Olaf Scholz con la pérdida de la confianza del Parlamento Federal, Alemania encara unas elecciones anticipadas que, previsiblemente en febrero próximo, deben servir para despejar el horizonte interno y, por extensión, comenzar a apaciguar las incertidumbres en el seno de la Unión Europea (UE). Scholz ha cerrado un periodo convulso, sometido a una coalición de intereses no siempre bien coordinados entre los partidos que sostuvieron su investidura.
Las tensiones con los liberales y los verdes acabaron dejándole en minoría y bloqueo de facto, precisamente cuando se demandaba una iniciativa firme desde el Gobierno federal ante los retos sociales, energéticos, económicos y geoestratégicos que tocaba afrontar. En la última fase del ciclo socialdemócrata, Berlín ha perdido agilidad respecto a su área de interés más directo, el este europeo, y su voz se ha convertido en susurro ante la amenaza política de Rusia, abierto antagonista de la UE. Su economía se ha resentido durante el ciclo de tipos de interés altos más que la de otros países de la zona euro y el coste de la transición energética no ha favorecido las posibilidades de inversión y crecimiento. La expectativa de una reactivación de la economía alemana es un anhelo que trasciende sus fronteras y su crecimiento es tractor del conjunto de las economías europeas.
Los análisis de esa expectativa pasan por la reactivación de la inversión, tanto pública como privada. La primera supondría cerrar el capítulo de austeridad definido por el socio liberal de la coalición de gobierno, pero la segunda exige medidas incentivadoras para que el capital privado, con la rebaja de tipos del BCE, empuje la productividad e innovación que se echan en falta y tienen mucho que ver con las dificultades de sectores centrales –como el automovilístico– de las economías alemana y europea. Las elecciones también serán una oportunidad para tomar el pulso y medir la calidad del cinturón sanitario en torno a la ultraderecha. Su crecimiento en los últimos años es innegable pero sus límites pueden estar llegando. Una recuperación del bienestar y el desarrollo económico pueden segar su base de electorado. La alternativa democristiana está en disposición de jugar esa carta y sanear el debate político.