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Música

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Devoción por el Mesías

Devoción por el MesíasIban Aguinaga

El público, que agotó las entradas, se sienta (y se siente) ante el Mesías de Haendel con verdadera devoción. Es cierto que, terminada con el aleluya, la segunda parte, hay gente que se va (pocos), pero, en general, la actitud ante la extraordinaria y tradicional narración del acta fundacional del Cristianismo, que hace Haendel, todo es admiración. Máxime si hay unos buenos intérpretes. Frieder Bernius (Alemania 1947) hace una versión muy particular. Es de esos maestros, ya con años de dirección que, sin dejar de arrimarse a las versiones historicistas actuales, conserva el tempo tranquilo de los maestros del siglo pasado, la demora suficiente para dejar cantar a los solistas, y al coro, y que, así, sirvan el texto con claridad meridiana. La versión de Bernius resulta también devocional y muy religiosa. Más hacia el recogimiento que hacia el espectáculo. Al principio nos parece una versión un poco mas apagada que las que hemos escuchado últimamente –las que aligeran aún más los tramos rápidos para epatar–; seguramente porque todo está afinado en el llamado La de capilla, o sea casi un tono más bajo de la afinación convencional; pero metidos en esa sonoridad, el resultado es francamente hermoso. No le interesa tanto el brillo superficial como la profundidad. El coro borda este criterio al atacarlo todo con redondez, y solucionar los finales más bien recogiéndolos: muy bellos. Las agilidades son impecables, y, a menudo, hay un matiz staccato (separado) en el texto que, incluso, conlleva un ligero acento, verdadero motor de la dinámica de la versión. Todos los números del coro fueron gloriosos, con soltura en la dicción; pero me llamó especialmente la atención el comienzo del amén, con un criterio que enlaza con la gran polifonía en los compases a capella; y como va dicho, con una progresiva solemnidad, pero, a la vez, sin abandonar el recogimiento.

El Mesías (HWV 56) de Haendel

Intérpretes: Coro de Cámara y Orquesta Barroca de Stuttgart. Hannah Morrison, soprano. Maarten Engeltjes, contratenor. Kryustian Adam, tenor. Kresimir Strazanac, bajo. Dirección: Frieder Bernius. Lugar: Baluarte. Fecha: 19 de diciembre de 2024. Incidencias: Lleno (de 45 a 7 euros).

La orquesta combina, en la cuerda, arcos de carácter histórico con los de hoy en día, pero se logra ese punto de sonido arcaico. Las trompetas naturales (o sea, sin llaves ni pistones), aún con alguna inevitable mella, logran apaciguar el metal con unos matices en piano francamente arriesgados, al borde de quebrarse el sonido, maravillosamente controlado, y con su especial colorido arcaico. El bajo continuo, con dos contrabajos, chelos y órgano positivo, siempre resultó poderoso, fundamental para cimentarlo todo.

La soprano Hannah Morrison tiene la voz apropiada para el oratorio, luminosa, fresca, maleable, sin ningún tipo de vacilación extraña: tiene, además, volumen, soltura en las agilidades, y convicción narrativa. Buen tenor Krystian Adam: es una voz con cuerpo, que va bien al drama de la narración, cuando se requiere, resolviendo, con comodidad, las agilidades de su primera aria. Lo mismo ocurre con el bajo Kresimir Strazanac, que, en algún momento, se explaya en el fuerte, pero que sirve con convencimiento a lo que cuenta. Quizás el más perjudicado por la afinación fue el contratenor Maarten Engeltjes, que se movía mucho mejor por los agudos que por los graves –en un momento muy grave sacó su voz no impostada–, pero que gracias a su importante volumen –esta cuerda de contratenor suele ser corta de volumen– solucionó su rol.

El titular de la velada dirigió con gesto muy austero (casi demasiado), y es que todo estaba muy bien ensayado. Bernius es un director que viene de dirigir coro (hace 56 años fundó el de Stuttgart), y su criterio de respeto a las voces se nota cuando dirige, también, a la orquesta. Hemos escuchado muchas veces el Mesías, y cada vez nos gusta más. Una partitura genial, bien interpretada, y en directo: no hay mejor regalo. Feliz Navidad.