Las últimas letras en esta columna también señalan el paso del tiempo. Han aparecido muchas letras en estos 12 meses últimos y otras muchas se han quedado perdidas entre los renglones de las neuronas que las escriben. Hace mucho ya que asimilé que el nuevo año solo es un hoja más del calendario y las últimas letras son como esas últimas hojas que gusta ir arrancando una a una estos días o como los números del mes de diciembre que se tachan conforme se acerca el final irremediable del año. Solo indican normalidad. Y cuando algo es irremediable, como el paso del tiempo, es mejor abordarlo con expectativas que con temores adelantados. O eso creo.
Hay días y fechas señalados claro en lo que ha sucedido y lo que vendrá en 2025, pero no reflejan otra cosa que un intento inútil de mantener bajo cierto control el paso del tiempo. Algo imposible. Quedan lo bueno, lo menos bueno y lo malo de los últimos 365 días, pero el tiempo nuevo nos abre caminos y puertas desconocidas hoy que mañana nos llevarán a situaciones, acontecimientos, hechos, noticias, encuentros y desencuentros, aciertos y errores, éxitos y fracasos y decisiones de las que hoy no sabemos nada. Cada llegada de un nuevo año es como si te levantas con un nuevo mundo a tu alrededor, aunque en realidad no sea así. De hecho, es lo bueno que tiene eso de los deseos para el nuevo año, que no hace falta que se cumplan después para enumerarlos con optimista voluntad ahora.
Como el mercado de las predicciones que renace estas fechas, la mayor parte de las cuales nunca se cumplen, aunque en una especie de complot general casi nadie le otorga importancia al fracaso anual de la futurología. El más grande en eso de las profecías sigue siendo sin duda Nostradamus y nadie acaba de tener claro que haya acertado en algún hecho en los últimos seis siglos de tiempo en los que situó sus más de 900 cuartetas visionarias. Voy a ser cauto y me limitaré a volver a intentar el compromiso de lograr que el tabaco me haya abandonado para el próximo 2026, lo que ya indica que tampoco este 2025 ha llegado a puerto. Y en cuanto a los deseos, visto que lo importante para la Humanidad esté lejos de ser posible hoy, un par bastante simples: que se ponga fin a esa dosis diaria de cada semana de cada mes de cada año de madridcentrismo y de Ayuso que tenemos que sufrir por obligación los ciudadanos del resto del Estado.
Navarra avanza entre la estabilidad y la rutina
Y que UPN dejé de centrar su discurso en esa imagen fea, pobre, desastrosa y falsa que lanza sistemáticamente de Navarra. Ni es un infierno fiscal ni sus datos son demoledores. Al contrario, sigue caminando con problemas presentes y otros que asoman en el futuro relativamente bien. Sin perder tensión, ni dormirse en los laureles de la inercia autocomplaciente, ni la mirada a lo que ocurre y pueda ocurrir en este mundo convulso. Ese intento de lluvia fina en negativo que cumple ya 10 años no cala en la sociedad y sería bueno para Navarra repensarlo. Pero, en todo caso, los años nacen vivos y eso es lo bueno, lo excitante. Aun pintando unas canas que muestran que una parte del tiempo de vida ya se ha ido, tengo la sensación de que casi siempre llegamos tarde al nuevo presente y cuando le miras de frente el tiempo ya lo ha convertido en pasado. Y aun así queda por descubrir el nuevo tiempo del nuevo año. Urte berri on!