El Julen Arellano de Osasuna Promesas era un futbolista cabizbajo. Su lenguaje corporal emitía señales propias de un chico cansado, sin ilusión, como si estuviera tratando de encontrar respuesta a una pregunta: ¿Qué hago aquí? Regresaba de un viaje vital en el que embarcó con 13 años rumbo a Barcelona dejando su hogar y que con 19 ya mandaba avisos de naufragio tras su breve paso por el Athletic. “En el fútbol, nadie te advierte de que, a pesar de ser un niño, no dejas de ser un producto”, reflexiona hoy el hombre de 28 años que ha enfocado su vida profesional en la Psicología. Esta frase y otras igual de profundas están recogidas en la entrevista concedida a este periódico y que es de recomendada lectura para las familias que pasan por la tesitura de tomar una decisión con un hijo que destaca en el fútbol a edad temprana.

Alejado de romanticismos y de sueños infantiles, Arellano pone el dedo en la llaga cuando introduce conceptos como trabajo, negocio, presión y salud mental. “Al final, no dejas de ser un número dentro de ese mundo. Tienes que distinguir entre las personas que buscan lo mejor para ti de las que van a ver si pueden sacar un beneficio de ti”, expone el exinternacional con España en edad juvenil.

Arellano, en una imagen de 2018 Mikel Arilla

Advierte del impacto que supone para un niño el vivir alejado de su familia, el saltarse etapas de la vida, el no disfrutar de las experiencias propias de la edad y luego irrecuperables, dejarlo todo por el deporte; en resumen, madurar antes de lo que toca. Es cierto que muchos chicos superan las pruebas, crecen interiormente y desarrollan una vida profesional en muchos casos gratificante a nivel deportivo, humano y económico. Pero también entre quienes alcanzan ese objetivo hay muchos juguetes rotos por el nivel de exigencia que han soportado durante largo tiempo.

Los clubes-empresas del fútbol-industria buscan mano de obra cualificada por dos vías: la compra de material humano en un mercado donde manda la especulación o la formación de jóvenes talentos. Muchas veces estos dos caminos se funden en uno solo arrasando canteras y hasta continentes como África en busca de una beta de oro. En este contexto, cada comprador despliega su estrategia, unas menos agresivas que otras, pero todas buscando el mismo producto final. Y así, llegan las ofertas de contratos, los cantos de sirena y el cuento de la lechera en familias que no reparan a lo que se enfrentan. “Entras en un mundo del que es difícil salir”, avisa Arellano. Por unas causas o por otras, o por todo lo que envuelve al fútbol, donde en un primer momento “solo ves la ilusión” acaba desembocando en la llamada de auxilio a un psicólogo: “Con 18 años, cuando el fútbol se volvió más profesional, vi a nivel mental toda la presión que conlleva”.

A la experiencia de Arellano –de la que también ha rescatado aprendizajes positivos– pueden contraponerse, claro, los casos de quienes encontraron en ese complicado escenario una palanca para impulsar su vida. Pero ese mundo de luces tiene muchas zonas de sombra que hay que alumbrar para saber de primera mano el riesgo al que se enfrentan los niños futbolistas.