No es que sea experto en política, desde el punto de vista de qué es lo que deben de hacer las izquierdas o el centro o las socialdemocracias mundiales para frenar a la derecha y ultraderecha, pero imagino que si estos últimos están ascendiendo y haciéndose con el poder en varios países y amenazando con obtenerlo en otros tantos habrá que estar de acuerdo en que, con sus muy diferentes causas, será que los ciudadanos de esos países están descontentos con las supuestas políticas de izquierda o de centro o socialdemócratas.

Con lo cual, no sé, se me ocurre, igual a lo mejor lo suyo sería analizar bien lo que cada cual está haciendo, cómo está beneficiando eso o perjudicando al conjunto de la sociedad y si se ve que la sociedad realmente está en contra de determinadas políticas quizá toque variarlas. Porque lo que no puede ser es limitarse a vender la moto de las redes sociales, que si el descontento, que si las manipulaciones y que si las intoxicaciones. Sí, habrá de esto, por supuesto, pero no solo de esto, de la misma manera que habrá la natural tendencia de la humanidad a pensar solo en lo nuestro y no en una idea de sociedad solidaria, abierta y multicultural, con sus ventajas y desventajas.

Claro que habrá de esos dos aspectos. Pero también habrá mucho de una percepción de que los gobiernos son endogámicos, que apenas aplican políticas progresistas salvo con cuentagotas, que no se enfrentan lo suficiente al statu quo, que no pelean por la redistribución de la riqueza, que no atajan problemas en sanidad, educación, vivienda, inmigración, etc, etc, etc. Por supuesto, ya digo, se me escapa por completo cómo abordar esto desde una supuesta izquierda –si no estuviese constantemente dividiéndose ayudaría– que gobierna o aspira a hacerlo, pero, y es el objetivo de la columna, olvidar la autocrítica y esconder la cabeza bajo el ala no hace sino ahondar la grieta.