Nuevo pleno del Congreso y nuevo ejercicio de desprestigio para la política. La derrota del Gobierno de Sánchez en su intento de aprobar un decreto ómnibus ha supuesto un duro varapalo que añadir a la imagen de inestabilidad que ya venía afectada por la inestabilidad constante. Es cierto que el método del decreto ómnibus es un subterfugio legislativo legal, pero de más que dudosa calidad democrática con el que se intenta colar entre col y col lechuga cuando no todos los asuntos que se incluyen tienen garantizada la mayoría para su aprobación. Al reto de tener que tumbar la revalorización de las pensiones o las ayudas al transporte o el salario mínimo interprofesional, asuntos de interés social esencial, el PP, Vox y Junts respondieron votando en contra de ellas y seguidamente exigiendo que se aprueben. La risa política creciente.

En el caso del PP y de Vox, porque hace cinco años que ya que imponen su objetivo de tumbar al actual Gobierno por encima de todo lo demás, incluidos los intereses generales de los ciudadanos. El argumento del PP de que no podían votar a favor de la devolución al PNV del palecete de París que adquirió en 1931 y fue sede del Gobierno Vasco en el exilio hasta su incautación por la Gestapo y su posterior entrega al régimen franquista es de vergüenza ajena. Un bochorno más que añadir a la larga lista de despropósitos que acumula Feijóo que cierra aún más de su posibilidad de acuerdos políticos al margen de Vox. En el caso de Junts, por dar un nuevo toque de atención a Sánchez por considerar que no cumple con los compromisos adquiridos con Catalunya. Las razones de unos y otros no cubren las responsabilidad que incumplen con las demandas y necesidades de los ciudadanos.

La crispación, la toxicidad y la irresponsabilidad de un ejercicio desmedido de la oposición que anidan en la política española desde que el PP perdió el poder en 2019 –y aunque con menores efectos de vez en cuando también aparece en Navarra–, afectan directamente al creciente desapego de las sociedades democráticas con sus democracias y son la puerta abierta perfecta para el fascismo y el neoliberalismo arrasadores de derechos y libertades. Anteponer los intereses partidistas a los intereses generales es la derrota de la democracia y el camino despejado para que los populistas reaccionarios y los oligarcas de las grandes multinacionales puedan imponer su ideología y su agenda de desregulación y negacionismo a los valores democráticos y los derechos humanos. Más allá de seguir el intercambio de culpas y reproches, Sánchez y su Gobierno tienen la obligación de solucionar el desaguisado de su derrota y negociar una mayoría que asegure su aprobación.

A Feijóo creo que ya no hay quien le pueda salvar del fracaso. Y cuanto antes, mejor. Quizá este miércoles pasado no se haya roto nada todavía, y aunque parece difícil que pueda haber nuevos Presupuestos, la Legislatura aún tenga recorrido, pero sin duda ha sido un aviso contundente para los navegantes de la actual mayoría política en el Congreso. Se puede gobernar sin nuevos Presupuestos como hizo Barcina, quien se mantuvo tres años como presidenta sin aprobar Presupuestos, o Maya en el Ayuntamiento de Iruña. Pero no se puede gobernar sin una mayoría que avale la acción de gobierno. Y eso sí quedó claro el miércoles.