Obtener el carné de conducir se ha convertido desde hace unos años en una carrera de obstáculos que supera de largo la tomadura de pelo. A la dificultad propia de aprobar un examen teórico y otro práctico, se suman una burocracia y una falta de medios que convierten la experiencia en un suplicio carísimo. La escasez de profesores y sobre todo de examinadores ha traído por la calle de la amargura a miles de personas. Y en ocasiones con perjuicios considerables en las carreras laborales de afectados, que incluso no han podido acceder a determinados puestos de trabajo por estas demoras.
Muy lejos quedan aquellos tiempos en los que de un día para otro se podía empezar el curso de aprendizaje previo pago de las correspondientes tasas, que nunca fueron baratas. No obstante, existía la opción de examinarse por libre, lo que sin duda lo hacía bastante más asequible. Ahora, el Ministerio del Interior ha abierto el melón sobre la posibilidad de que un tutor no profesional pueda enseñar a conducir. La reflexión ya se ha topado con el lógico rechazo de las autoescuelas, que no quieren ver mermado su negocio, pero este modelo ya está implementado en otros países de nuestro entorno sin que se haya resentido la seguridad vial.