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A la contra

Jorge Nagore

Expuestos

ExpuestosEFE

Un escalofrío recorrió muchas espinas dorsales el miércoles por la tarde cuando se supo que el tres veces campeón del mundo de ciclismo, Óscar Freire, llevaba 48 horas desaparecido y de que no se había llevado de su casa ni móvil, ni llaves, ni tarjetas ni nada. La denuncia de un familiar en la Guardia Civil había puesto en marcha una maquinaria que destapó el caso, un caso que perfectamente habría quedado oculto si Freire no llega a ser Freire.

Finalmente, el muy querido ex corredor -una bestia en los sprints- apareció en su domicilio y tras agradecer el interés de todo el mundo pidió por favor respeto y lamentó “la trascendencia que había tenido un tema del ámbito estrictamente personal e íntimo”. Buff. No es un tema sencillo este, puesto que enseguida se dispararon –especialmente en redes, donde se esconden chismes y maldad a paladas, especialmente a manos de cuentas anónimas– decenas de versiones, comentarios y especulaciones, cuando no afirmaciones sin conocimiento ninguno, pronósticos, etc.

Mientras, la prensa cántabra y nacional, con mayor o menor acierto, trataba de ceñirse a los hechos conocidos, supongo que sin entrar a romper la intimidad familiar en unas horas tan complejas. El caso es que al final el campeón apareció y eso es lo más importante, pero no les quepa ninguna duda de que algo que en otro caso hubiese quedado en el anonimato en el caso que nos ocupa le va a acompañar una buena temporada.

No es nada de envidiar la sobreexposición a la que se ven sometidas las personas famosas, al nivel que sea, donde cada movimiento prácticamente se les registra y donde en no pocos casos se ve violentada su privacidad. No sé si es el caso de Freire, ya que una desaparición se suele hacer pública, pero uno se pregunta entonces hasta qué punto determinadas desapariciones deben hacerse públicas. Tema complejo y delicado, sí. Espero que esté bien y que supere el mal trago.