La voz le tiembla al hablar del punto y final a una etapa vital de 37 años. Más de media vida detrás de la barra de un bar en el que “he dejado el resto”. Se despedirá “de la mejor manera, tocando con mi grupo Los Párrockos”. Antonio Armendáriz se jubila. Ha vendido el Toki Leza, el lugar del pozo en el número 5 de la calle Calderería. Un refugio de la cultura underground de Iruña que este jueves se viste de fiesta. El día del trabajador será su último día como trabajador. El último rock and roll del Toki Leza.
La jornada comenzará a las 13.00 horas con Los Párrockos y se prolongará hasta las 22.00 horas con Jo y Swiss Knife, los Toki-Lezanos y algunas sorpresas más. Previstas e imprevistas. “Conociéndolos seguro que me están preparando alguna gorda de la que no me voy a poder escapar”, se ríe Antonio pensando en clientes, amigos y vecinos. “Voy preparando los kleenex”, bromea de nuevo. Se emocionará seguro.
Todos los días le paran una docena de personas para darle la enhorabuena por la jubilación, agradecerle su labor y “luego tienen ese dilema de qué va a pasar con el bar”. Y sabe que este jueves el Toki Leza estará a reventar. De momento, no piensa más allá. Quiere “que disfrutemos todos de ese día. Esos son los raticos que valen la pena. Qué vas a pensar en el mañana. Si ya nos lo estamos pasando de puta madre, no hay que desviarse del buen rato”.
“Quiero que disfrutemos todos de ese día. Esos son los raticos que valen la pena. Qué vas a pensar en el mañana. Si ya nos lo estamos pasando de puta madre, no hay que desviarse del buen rato”
El Toki Leza empezó a funcionar hace 50 años, en 1975. Antonio entró a trabajar un 28 de febrero de 1988. En su primer día “hicieron una pintada en el bar en la que ponía, Elvis no ha muerto, lo he visto en el Toki. No se me olvidará en la vida, me hizo mucha gracia. Eran otros tiempos. Aquí había mucha alternativa, mucho rock radical...”.
Desde entonces el panorama general ha cambiado una barbaridad. El Toki no. “He ido manteniendo el pulso hasta que lo he ganado, llevando la historia del bar a mi terreno, a lo que sé hacer, que es lo que mejor podía ofrecer”.
Su terreno, dice, “es el rock and roll. La cocina de este bar es esa, música rockera”. No iba a desviarse de esa ruta porque “meterme en otra historia sería meterme en algo que desconozco, y para meter la pata. Además, uno está mucho más a gusto haciendo lo que quiere, y si la gente responde y también le gusta, que es lo que ha sucedido aquí, pues de maravilla”.
El club acústico
Entrado el nuevo siglo, el Toki puso en marcha sus sesiones dominicales de música en directo, que Antonio denominó el club acústico “porque somos una especie de club en el que tocamos los mismos. Aunque siempre viene alguno... Yo qué sé, un argentino que pasa por aquí, ‘oye, ¿puedo tocar un par de canciones?’. Gente de Texas, Italia, Alemania... de todas partes. Y de los de siempre hay gente muy buena. Edu Errea, Roland, Jo y Swiss Knife, María Errea, Javier Ibáñez, Itziar Repáraz, Tommy, Mitxel... aquí siempre ha habido mucha calidad”, dice orgulloso. Se acuerda de manera especial de su íntimo amigo Carlos Abad, ya fallecido. “El mayor genio musical que hemos tenido”.
Todos han conformado un peculiar ecosistema cuyo motor nunca ha sido el económico: “Un negocio tienes que mantenerlo. Yo aquí nunca he hecho dinero, siempre he estado al día. Pero valoro más el acercamiento, la humanidad, la gente buena... y sobre todo gente artista. Los hay con sus pedradas y con sus razonamientos, pero gente muy válida. Creadores, que aportan. Eso es lo que le da valor a la vida. Al margen de los sufrimientos o alegrías que puedas tener, la parte creativa es la que acerca y hace comunidad”.
“Un negocio tienes que mantenerlo. Yo aquí nunca he hecho dinero, siempre he estado al día. Pero valoro más el acercamiento, la humanidad, la gente buena... y sobre todo gente artista"
Antonio se siente afortunado del paisanaje que ha nutrido el bar: “He tenido mucha suerte. Desde joven tenía relación con los músicos y las bandas. Ese acercamiento estaba hecho de antemano”. Su Toki Leza ha visto nacer a muchos grupos y artistas. “Edu Errea comentaba en redes que él se lanzó aquí, y es un artista grandísimo. Yo encantado y orgulloso”.
Antes de cerrar, le queda “agradecer a toda la gente que ha venido aquí, a los creadores y a la gente a la que su imaginación le trae aquí y disfruta de los que están haciendo cosas.A mis compañeros y todos los que han trabajado conmigo, porque me han ayudado a llegar hasta aquí. Y a mi familia, que me ha tenido que aguantar tantas horas fuera de casa”.
Recuerda las dificultades que ha superado el bar: “Los que tenemos cierta edad sabemos lo que han sido los años 70, 80 y 90. Y lo que ha venido en este siglo es la otra cara de la moneda”. Le da “pena por el bar, porque no va a ser lo mismo y me hubiera gustado seguir viniendo como cliente”, pero lo deja “en buen momento. Ahora se ha convertido todo en un comercio. Y ese sentido que tiene el ocio ni me atrae ni va conmigo”, afirma.
“Lo dejo en buen momento. Ahora se ha convertido todo en un comercio. Y ese sentido que tiene el ocio ni me atrae ni va conmigo”
Se va con “fuerza” y “muchas cosas por hacer. Con más tiempo o menos tiempo, ya veremos. Más tiempo para la familia, y supongo que a seguir con la música. Tengo un grupazo, los Párrockos, que son todos unos musicazos. Y si la gente nos quiere escuchar nos veremos en el escenario, además de en la calle y por los bares”. Queda rock and roll más allá del Toki Leza.