Últimamente, se está hablando mucho del Opus. A mí se me hace raro. El pasado otoño se publicaron dos libros: Opus, del británico Gareth Gore, que husmea sobre todo en la magnitud y extensión de su poder financiero en decenas de países, y Te serviré, de la argentina Paula Bistagnino, que explora la trama de obediencia, autonegación y secretismo que hace funcionar la enorme y discreta maquinaria de ambición y poder.
Y ahora, la plataforma HBO Max presenta una miniserie de la española Laura Sisteró titulada El minuto heroico, con testimonios de gente que se ha atrevido a salirse y una mirada, no obstante, demasiado superficial sobre las técnicas de captación y fascinación de sirvientas y auxiliares muy jóvenes que acceden, seducidas por la retórica envolvente, a trabajar toda su vida en un régimen de semi esclavitud monjil sin cobrar nada.
A mí me llama la atención que hayan salido las tres cosas tan seguidas. En países distintos. No sé por qué será. Al Opus no le gusta nada aparecer en los medios, claro. Lo evita siempre que puede, como es lógico. Al Opus, lo que le gusta es la discreción, ya lo sabemos. De hecho, Lutxo, del Opus, no sabemos nada, creo yo. Esa es la cuestión. Demasiado poderoso para ser tan opaco, ¿no?, ¿eh? Resulta intrigante.
Ni sabemos qué es el Opus (más allá de lo que dice ser), ni sabemos qué pretende (más allá de santificar el trabajo, como suele predicar), ni sabemos quienes son, ya que, por cierto, callar forma parte esencial de la norma que acatan religiosamente todos sus miembros. El opus es lo que es, dice Lutxo. Y en eso tiene razón, supongo. Y hace lo que hace, dice. Y eso también es así, me temo. Y se sitúa donde se sitúa, añade, al final, alzando el índice. Y le pregunto: ¿Y dónde se sitúa, si puede saberse? Y me suelta: Donde se tiene que situar, ahí es donde se sitúa. Justo lo que me temía, digo yo.