El fallecimiento de un trabajador que atendía una avería con la grúa en la AP-15 a la altura de Villafranca eleva a seis el número de víctimas mortales en lo que va de 2025 en las carreteras navarras. También añade otro nombre a las estadísticas de siniestralidad laboral, que en Navarra reflejan cuatro víctimas en apenas un mes y medio de este 2025 y señalan que en 2024 trabajar le costó la vida a 22 personas o 26 según otras cifras sindicales. Es uno de esos temas que por recurrentes parecen perderse en el cajón del olvido de la monotonía de los datos y las estadísticas. La muerte no descansa nunca. En el trabajo tampoco.

Datos a los que hay que sumar los miles de accidentes leves que se producen cada año en el puesto de trabajo y las enfermedades por causa laboral. El endurecimiento de la legislación, la presión de los sindicatos, la concienciación de empresarios y trabajadores han ido reduciendo progresivamente las cifras de muertes y heridos en el trabajo, pero aún así, siguen siendo muy altas. Las cifras del Ministerio de Trabajo suman 12.381 accidentes laborales en Navarra el año pasado, la segunda comunidad con más siniestralidad según el índice de accidentes durante la jornada. Las mismas estadísticas señalan a la eventualidad, la subcontratación, la precariedad, la deslocalización y la falta de medidas preventivas como factores principales desencadenantes de estos siniestros.

Estas causas de la siniestralidad laboral en Navarra se mantienen en el tiempo pese a los miles de millones de dinero público gastados en planes de empleo. De hecho, ayer se firmó un nuevo Plan de Empleo para el periodo 2025-2028 con los mismos agentes de siempre, la patronal CEN y UGT y CCOO. Unos agentes sindicales que ya no suman el 50% de la representatividad de los trabajadores –lo que ya cuestiona en buena medida su legitimidad–, dejando fuera a ELA y LAB y otros y donde tampoco están otros agentes empresariales como ANEL.

No sé si hubieran aceptado formar parte de ese plan de empleo, pero la realidad es que el Gobierno ni siquiera les ha invitado a pensárselo. A estas alturas, incomprensible, cuando ante la falta de certezas del futuro inmediato se necesita la fuerza de la unión y la búsqueda de espacios de trabajo comunes. Lo exponen periódicamente las propias organizaciones sindicales, incluidas las participantes en esos planes de empleo, denunciando las pésimas cifras en el ámbito de la seguridad en el trabajo y poniendo en tela de juicio el correcto cumplimiento de las medidas de prevención y la eficacia de esos programas subvencionados desde el Gobierno. Siempre he desconfiado de ese modelo dotado con millones de euros públicos gestionados desde intereses particulares y cuyos resultados reales son una vez gastados más bien escasos.

Es verdad que en Navarra ya no está vigente el modelo político del viejo régimen con UPN al frente y el PSN de muletilla, pero ahí están los informes de la Cámara de Comptos que los describían como papel mojado para financiar bajo manga cursos, formaciones, liberados y demás actividades, en algunos casos sin justificación ni efectividad real y otras que ni siquiera se realizaban. La siniestralidad laboral es un reto general de la sociedad navarra que exige compromisos más allá de la propaganda de un nuevo plan de empleo.