Pues iba en serio, vaya si iba en serio, Donald Trump ya dio suficientes señales de matón, de cazurro y prepotente de pocas luces en su mandato anterior, aquellos cuatro años esquizofrénicos centrados obsesivamente en todos los negacionismos, en sacare a patadas del país a los inmigrantes y a enriquecer aún más a los más ricos. Ha vuelto a suceder. Votado en masa por millones de paisanos, de nuevo se ha remangado para sacar adelante su proyecto: “America, first”, primero América, el resto es una mierda y caiga quien caiga.
No nos queda otra que acostumbrarnos al sheriff con derecho de pernada, reconocer que vivíamos en la ficción de nuestras comodidades democráticas, aceptar que era verdad eso de que estamos sometidos al amo del mundo. Más nos vale olvidar el desdén con el que opinamos sobre la mentecatez de los votantes estadounidenses, el disparate de aupar con el sufragio al mamporrero que les va a expulsar. Trump está ahí, está aquí, está allá y está acullá porque cree que el mundo es suyo. Y no está del todo equivocado, porque su puesto de mando está plagado de omnipotentes a quienes sólo preocupa aprovechar rápido que aún quedan cuatro años para ser aún más ricos y más poderosos de lo que ya son.
Acostumbrémonos, resignémonos, Trump es el dueño del mundo, el puto amo, que disfruta como un pilluelo firmando decretos ante las cámaras en el despacho oval, decretos que declaran la guerra comercial a todo lo que se mueva, decretos que destituye y envía a galeras a los que sirvieron a Joe Biden, decretos disparatados que obligarán a cumplir sus atrabiliarias promesas electorales.
Hagámonos a la idea de que este padrino atolondrado está dispuesto a darle la vuelta como a un calcetín al status quo en el que ha sobrevivido al democracia europea desde la guerra fría. Donald Trump y sus frikis milmillonarios va a lo suyo, a gobernar toda la parte del mundo que pueda, pisoteando para ello si fuera preciso derechos, libertades, historia y geografía. Es lamentable que, a estas alturas, nos hayamos dado cuenta de que Europa, con todas sus instituciones y su bambolla, no pasaba de ser un subordinado sin derecho a roce. Estremece reconocer que sin los yanquis Europa no es más que museos y paisajes, que a cualquier cruce de cables del piel naranja nos podemos ver envueltos en una orgía de misiles, que todo Occidente está a la orden.
Ahora pretende apaciguar nuestras guerras más próximas autonombrándose pacificador, acabando la invasión de Ucrania sin contar con Ucrania y el genocidio de Gaza sin contar con Palestina. Todo a mayor gloria de Rusia y de Israel. Y en ello anda, con su nuevo camarada Putin, dispuestos a sacar tajada. Poco más podemos hacer que resignarnos. Trump tiene cuatro años para hacer lo que le dé la gana, que lo hará. Poco más nos queda que resignarnos, cerrar los ojos a ver a quién la cae el palo y, una vez pasado el Apocalipsis, ir viendo cómo recomponemos un orden mundial decente. De nada vale apelar a los derechos humanos, se la sudan; ni a los valores de una Europa genuflexa; ni al sentido común, lo desconoce. Trump, tengámoslo claro, va a hacer lo que le dé la gana.