El anuncio del Gobierno de Sánchez de condonar la deuda de las comunidades autónomas por valor de casi 83.000 millones de euros ha vuelto a aumentar el ruido de la confrontación en la que permanece instalada la política española. Una política de acoso y derribo al Gobierno que ha llevado incluso a Feijóo a anunciar que las comunidades autónomas del PP no aceptarán esa rebaja de su deuda con el Estado aunque beneficia más a comunidades como Andalucía que a Catalunya. De tontos políticos. Supongo que el PP acabará repensando esa decisión.
De hecho, la quita de esa deuda que tienen las comunidades autónomas con el Estado será aplicable a todas ellas excepto a Navarra y la CAV que tienen sus propios regímenes forales en el Convenio Económico y en el Concierto Vasco. Es fácil suponer que antes que después todas las comunidades afortunadas en el sorteo con la bola que sacó ERC en las negociaciones con el PSOE se presentarán en ventanilla para cobrar su parte del premio como ya lo había solicitado antes en reiteradas ocasiones el PP para sus comunidades autónomas.
En todo caso, no deja de tener su valor político que sean las dos comunidades a las que se señala insistentemente como insolidarias y privilegiadas las únicas que no tengan acceso a esa condonación. Un ejemplo más de que los modelos forales de autogobierno fiscal no son ningún privilegio. Al contrario, se basan en la corresponsabilidad fiscal –el gasto público se calcula en función de la recaudación tributaria cada ejercicio fiscal–, y con eso se garantiza el desarrollo social, económico y cultural, los servicios públicos y el cupo de solidaridad con el conjunto del Estado.
Navarra también es con la comunidad que más ha reducido su deuda y además aporta su parte a la deuda del resto de comunidades que ahora se ven beneficiadas por esta quita de la que Navarra se ve excluida, pero seguirá pagando su deuda y la del resto de comunidades. También se ve sometida a la trampa del dumping fiscal de esas mismas comunidades que hacen propaganda política de la rebaja de impuestos y luego exigen al papá Estado que se haga cargo de los costes de sus obligaciones con los ciudadanos que no pueden atender. Una juerga todo.
Los datos demuestran que la gestión de los recursos públicos en muchas autonomías reconvertidas en reinos de taifas presenta síntomas evidentes de un despilfarro megalómano y superfluo insostenible, mala gestión y corrupción. Y eso es lo que se premia ahora. Con pólvora del pueblo, claro, es fácil. Y aún con este apaño, una reforma real del sistema de financiación autonómica seguirá pendiente. Navarra debe defender su actual sistema de corresponsabilidad fiscal y autogobierno foral y junto a la CAV tiene una baza negociadora en el ámbito de sus respectivos cupos de aportación solidaria a las cargas del Estado –lo han reclamado UPN y Geroa Bai con buen criterio–, para beneficiarse en alguna medida de esta condonación de la deuda autonómica La bilateralidad como sistema de negociaciones y relaciones institucionales entre Navarra y el Estado no puede ser sólo una periódica exaltación folclórica y de propaganda política de todo sonrisas sin otro contenido que la claudicación sistemática de Navarra a los intereses del Gobierno central –la conexión de la alta velocidad con la Y vasca apunta a eso de nuevo–, sino que exige de compromisos reales y de honestidad política mutua.