Tras recorrer más de 30.000 kilómetros por Navarra, visitar cien parroquias y setenta comunidades religiosas y mantener relaciones con mucha gente, el arzobispo de Pamplona, Florencio Roselló, entiende que nuestra comunidad “es un pozo de sabiduría”. He mirado los diccionarios y, de acuerdo con ellos, podemos concluir que vivimos en una tierra “de mucho conocimiento y larga experiencia”. ¿Sabiduría?, no estoy muy segura. A ratos y no más que otros, diría. Sigamos.

Después de un año al frente de la diócesis pamplonesa, el arzobispo dice vernos como una sociedad “muy dinámica, que siempre está en ebullición”. ¿Más activa, emprendedora y en movimiento que otras comunidades? Según, cómo y, sobre todo, para qué, añado. Llegamos al final de la entrevista a Roselló y, ahí está, el tópico que nos acompaña: Navarra está “a veces, bastante politizada”.

Pero mira que tienen tendencia –vale para portavoces civiles, militares, eclesiales…– en deformar el compromiso, la acción comunitaria, la solidaridad, la vinculación a grupos de mil raleas o la movilización ciudadana con una pátina de retorcida politización. No sé si a eso se refiere el arzobispo o, simplemente, a que por aquí la gente cree en sus ideas –cada uno en las suyas, faltaría– y le gusta defenderlas y discutirlas. Y que dure.