En 1975
Iturrama era ya un barrio en plena transformación, pero conservaba todavía cierto aire rural, de pueblo, con un vecindario compuesto por familias que, en algunos casos, se conocían desde hacía décadas. En aquel ambiente periurbano surgió en los años 70 una artesanal “comparsa” de gigantes y kilikis, que habría de perdurar durante algunos años. Habían sido construidos por un chaval de 16 años, llamado Mari Ganuza, que daba muestras así de una afición que habría de durarle toda la vida, hasta su muerte el pasado día 22 de febrero, cuando contaba 65 años de edad.
La foto muestra el momento en el que dos giganticos, acompañados por un txistulari, llegan a la avenida provenientes de Iturrama Nuevo. A la izquierda se ven las llamadas casas de Barcos y las de los Alféreces Provisionales, mientras que enfrente, en claro contraste, perdura parte del barrio antiguo, con la célebre carpintería de Ederra cerrando por la derecha.
La giganta europea preside la despedida de Mari Ganuza, quien fue miembro de la comparsa durante 40 años
Hoy en día
El antiguo barrio de Iturrama Viejo ha desaparecido, fulminado por las excavadoras de los años 70 y 80. Hace ya décadas que fue derribada la carpintería de Ederra, así como la casa donde nació Mari Ganuza, que se hubiera podido ver con tan solo girar un poco el plano hacia la derecha. Las viviendas de la izquierda, en cambio, permanecen en su sitio, semitapadas por los árboles. El último bloque, hacia el fondo, es la llamada Torre de Huarte, donde fui vecino de Mari y donde trabé amistad con él siendo aún muy jóvenes. Por cierto que, según me cuenta Josiko García, ya saben, el de la “Comisión de Sabios” de Adiós Pamplona, aquellos gigantes terminaron guardados en una bajera de Iturrama. Y de allí, años más tarde, cogió Josiko uno de ellos para llevárselo a los toros y meterlo en el Tendido de Sol. Ni qué decir que el gigantillo terminó de muy mala manera, roto y abandonado, provocando el cabreo (justificado) de su amigo Mari...