Si yo tuviera una escoba, Lutxo, cuántas cosas barrería. Ni te lo imaginas, viejo gnomo. De hecho, menos mal que no la tengo, claro, porque, en fin, me callo. Pero ya estamos en primavera otra vez, ¿no es maravilloso? Los inviernos son cada vez más suaves. Vamos a tener que llamarlos inviernículos. Me acuerdo del invierno del 85. Qué preciosidad. Llegamos casi a veinte grados bajo cero.
La ciudad estuvo helada durante días, se paralizó todo. Aquellos eran otros tiempos, qué nostalgia. Se helaba el agua en los vasos dentro de las casas, yo lo vi. Había gente que se moría de frío, creo. Qué escueto era todo. Qué austera la vida. Y sin embargo, nos lo pasábamos bien, ¿no crees, Lutxo? Eso es lo que se dice siempre, ¿no? Que nos lo pasábamos super bien en aquellos putos tiempos, ¿no es eso?, le digo. Y me dice: El frío, el miedo y el dolor han sido constantes, pero nos lo pasábamos super bien, eso sí, en Pamplona siempre se ha vivido bien.
Es la ciudad de España en la que mejor se vive, lo dice todo el mundo. Y le pregunto: ¿Desde siempre? Y dice: Desde que yo tengo uso de razón. Y ahí, claro, me callo. Porque eso del uso de razón es muy relativo. Es parecido a lo del sentido común: son quimeras. No obstante, si yo tuviera una escoba barrería el fascismo, ya está. Este neo fascismo mafioso de hoy. Porque el fascismo es la parte chunga de la tribu humana.
La parte violenta del instinto. El lado de la jungla y los colmillos. La arrogancia de la irracionalidad. Si yo tuviera una escoba lo suficientemente potente, que no la tengo, gracias a Dios (que es muy sabio), ni sé la cantidad de cosas que podría llegar a barrer en una tarde. Porque me imagino que te pones a barrer y te vas animando y animando, y al final lo puedes barrer todo y no dejar nada, Lutxo, le digo. Y me suelta: Hay atasco en la tubería de las utopías. Qué cenutrio. Yo cada día lo encuentro más extraviado.