No parece que algunas democracias hayan madurado tanto como pensamos aunque hayan pasado 50 años desde que cayó la dictadura. Los controles públicos fallan. El sistema falla. Las grandes empresas vienen secuestrando las licitaciones de las grandes obras desde hace años. No es de ahora. Es un modus operandi que viene de lejos y que bien conocen tanto el PSOE como el PP.

Las grandes empresas (da igual que sea para recoger basuras que para levantar un puente mientras haya un monto económico atractivo) se reparten el mercado, tiran los precios y, en ocasiones, se aprovechan de políticos mediocres y con poca decencia para lograr adjudicaciones. Obras muchas veces de envergadura que son difíciles de controlar y donde resulta fácil modificar los contratos -una vez dentro- para incrementar los costes. No arriesgan y siempre ganan.

Para que haya corrupción tiene que haber conseguidores de un lado y del otro. Empresas que campan a sus anchas, saben cómo moverse y quién es el capo principal con el que tratar. Y, claro, políticos en ayuntamientos (gran escuela) y gobiernos que hagan el trabajo sucio. Firmas con cierto prestigio que en ocasiones se alían en cada territorio con empresas tapadera que únicamente se dedican a mediar. Así se cuelan pequeñas mercantiles sin experiencia alguna que entran de acompañantes de otras grandes para escalar y a partir de ahí conseguir licitaciones con una facturación mínima. Otras veces los grupos empresariales crean sociedades con otro nombre para acceder a determinados concursos públicos.

Resulta sorprendente que con todo el aparataje técnico que nos hemos dotado en las administraciones siga habiendo carreteras, trenes o grandes infraestructuras que recaen en empresas que ya saben que van a ganar por adelanto e incluso que hayan pagado alguna mordida por ello. Me parece increíble que a estas alturas nadie sepa nada, ni arriba ni abajo. Me sorprende menos que el dinero sucio se siga utilizando para pagar los servicios sexuales de mujeres que se sortean o comparten para fines de semana. En realidad algunos empezaron su trayectoria política como porteros en clubs de alterne.