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Mesa de Redacción

Joseba Santamaria

Infraestructuras muy lloradas

Infraestructuras muy lloradasIKER AZURMENDI

No es nuevo este calvario de polémicas y cruce de reproches políticos en Navarra sobre la lentitud y las responsabilidades del desarrollo de las grandes infraestructuras pendientes. Ocupa el debate público cada semana desde hace décadas. Pero lo importante es que tampoco es nuevo el calvario de las negociaciones con el Estado en cuestiones que afectan al régimen foral de Navarra. Primero están los problemas políticos –Madrid nunca tiene intención de ampliar el autogobierno–, y si se superan estos llegan los problemas técnicos, un galimatías burocrático-jurídico que Madrid convierte en un laberinto intransitable y si finalmente se llega a la salida aparecen los problemas económicos. Va pasando el tiempo y se suceden gobiernos del PSOE o del PP, pero siempre se impone la falta de voluntad para que los compromisos tarden en convertirse en hechos. Y no sólo en temas de calado político. Importantes infraestructuras acumulan décadas de espera. Proyectos como el Canal de Navarra en toda su longitud, la red ferroviaria de alta velocidad o las autovías de Tudela a Madrid o a Huesca acumulan más de tres décadas de retrasos y fechas de finalización que han sido sobrepasadas por los cambios de calendario anual. No hay aún un solo kilómetro de la nueva red ferroviaria disponible del trazado entre Castejón y Pamplona a la espera de continuar hasta Iruña. Queda poner en marcha todo el tramo entre Zaragoza y Castejón y ni siquiera está decidido el trazado entre Iruña y la Y vasca ni la ubicación definitiva de la Estación de Tudela. Es decir, Navarra está a años de conseguir su conexión con la red Atlántico Mediterráneo y con la red europea, y eso pendiente también de que a partir de la muga, Francia no tiene ni planes ni intención alguna de continuar esa línea hasta Burdeos y París. De la autovía a Madrid, que Sanz anunciara allá por 1996, sigue igualmente lejos de ser una realidad viaria. Ni los gobiernos del PSOE ni los del PP de estos 30 años han tenido interés alguno en asumir su responsabilidad en la construcción de estas infraestructuras en Navarra e invertir para ello miles de millones de euros. Tampoco Navarra acaba de sumar un consenso amplio que mejore su capacidad de presión sobre los gobiernos centrales de Madrid. Un mínimo más allá de las diferencias políticas sobre los proyectos, sobre el modelo de financiación, sobre la prioridad de unos o de otros o sobre la necesidad de llevarlos a cabo tal y como estaban inicialmente diseñados que hay entre los partidos como las hay en buena parte de la sociedad navarra. No solo es una cuestión de siglas o de oposición social, incluido el terrorismo de ETA, que trató de incidir en el desarrollo de estas infraestructuras con alto coste humano, pero ninguna efectividad real. De hecho, en la mayor parte de estas obras no hubo oposición social relevante y su retraso ha sido el mismo. Navarra deja como botín una escasa representación política de votos y escaños y que ése es un activo clave a la ahora de cumplir compromisos según los intereses políticos del momento en quienes mandan en los Ministerios de Madrid. A Navarra, los intereses partidistas en su pequeño territorio quizá le impiden ver que la bilateralidad Navarra-Estado es una pose política casi siempre sin eficacia o con un interminable camino para lograr algo mínimo.