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Con la venia

Pablo Muñoz

Los intocables

Sorprende la finísima piel de los jueces, que saltan a la mínima si se les critica y, si te descuidas, te empapelan

Los intocablesJose Manuel Vidal

La ministra y vicepresidenta ha pedido perdón. Y menos mal, aunque esa humillación no va a frenar el fuego graneado que le vino encima por haber criticado una sentencia judicial. La verdad es que para las demasiadas mujeres que han tenido el valor de denunciar a los protomachos que se propasaron con ellas, ver en la calle a Dani Alves, famoso y rico por futbolista de élite, verlo absuelto después de haber sido condenado, es una afrenta. La ministra María Jesús Montero, ya sea por solidaridad, o por indignación, o por cálculo político, arremetió contra el tribunal que absolvió al famoso y lo hizo de manera atropellada y se metió en tortuosas honduras contra la presunción de inocencia. El exabrupto de Montero fue inmediatamente vituperado por la oposición política y mediática, e incluso censurado por lo bajini por sus propios compañeros de partido.

Días después, el poder judicial, con todo su ceremonial de togas y puñetas, hizo público su rasgamiento de vestiduras advirtiendo a la ministra que su desacato había sido grave e inaceptable. Montero, a ver, se la envainó urbi et orbe, para satisfacción de los agraviados y ensañamiento de la derecha. Quede claro: el poder judicial es intocable y nadie, ni ministra ni vicepresidenta, debe osar una crítica al ejercicio de su altísima función. Ya les vale. Según Montesquieu, son tres los poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. O sea, el Gobierno, el Parlamento y los tribunales. Sorprende la finísima piel de los jueces, que saltan a la mínima si se les critica y, si te descuidas, te empapelan, mientras que no pasa nada si se berrea contra el Ejecutivo proclamando que este Gobierno es ilegítimo, o contra el Parlamento afirmando que aprueba leyes bastardas.

No puedo entender que se trate a los jueces entre algodones mientras a los gobernantes y a los parlamentarios se les arrastre por el fango públicamente y con amplificadores. A ellos, a los jueces y sus sentencias, ni tocarlos.. Ellos, los jueces, pueden perseguir, castigar y hasta manifestarse contra los poderes ejecutivo y legislativo. En una democracia creo que la crítica debe ser libre y sin exclusiones de privilegio.

Por supuesto, no me cae bien Marie Le Pen y es un alivio que la principal baza de la extrema derecha francesa haya sido neutralizada por una sentencia judicial que le inhabilita por cinco años por malversación de fondos públicos. Pero, a diferencia de la intocable vulnerabilidad del poder judicial español, la lideresa ultra francesa ha arremetido contra los jueces que dictaron su sentencia, les ha acusado a voz en cuello de haber lanzado “una bomba nuclear” contra su partido y anuncia una amplia movilización en protesta por la sentencia. Y así estamos. Que nadie se meta con el poder judicial español, pero basta con asomarse a las variopintas actuaciones de jueces como Peinado y otras señorías de su cuerda para comprobar que ellos sí, los jueces, tienen vía libre para actuar contra políticos que no les gustan.