Música
Crítica del concierto de La Habitación Roja: los últimos románticos
CONCIERTO DE LA HABITACIÓN ROJA
Concierto de presentación del último álbum de La Habitación Roja en Pamplona. Jorge Martí (voz y guitarra), Pau Roca (guitarra), Marc Greenwood (bajo), José Marco (batería), Endika Martín (teclados y guitarra). Fecha: 30/03/2025. Lugar: Zentral.
Había buen ambiente en Zentral el pasado domingo, y eso que la fecha no parecía propicia. Al día siguiente había que trabajar, pero eso no importó a los varios cientos de personas que se dieron cita para recibir a La Habitación Roja en Pamplona. Los valencianos comenzaron con la canción que abre su último disco, Crear siempre es mejor que destruir. Este corte, que, acotado, da título al álbum, resume bien el espíritu de la banda en este momento. Su melodía es serena, acorde con el estado de madurez del quinteto; su texto habla de cuidarse, de disfrutar de las horas muertas y de dar rienda suelta al talento y la creatividad. Ese parece ser, ahora mismo, el modus operandi de un grupo que ya es, por derecho propio, un auténtico clásico del pop nacional, independientemente de las etiquetas que uno quiera ponerles. Hay veces que el manido término indie palidece delante de un repertorio sólido como pocos. Continuaron con otra reciente, Como la primera vez, antes de lanzar la primera mirada al pasado con La segunda oportunidad, uno de los muchos himnos que poseen y que el domingo fueron dosificando para que el protagonismo de la velada recayera sobre su nuevo material.
“Los músicos somos muy pesados diciendo siempre que nuestro último disco es el mejor, pero en este caso es así”, afirmó, entre sincero y socarrón, Pau Roca, guitarrista de la banda y responsable de buena parte del sonido que tan nítidamente les define. Ellos están convencidos de la calidad de sus últimas composiciones, y prueba de ello es que interpretaron nueve de las once canciones que contiene el plástico. El público las cantaba todas, y esa es una muestra irrefutable de que mantienen su vigencia, lo cual no debe ser sencillo después de tres décadas de carrera. Otro aspecto a destacar es su apuesta por seguir recorriendo el maltratado circuito de salas, con una gira extensa por todo el país; esta actitud les distingue de otros artistas de su escena, que prefieren ofrecer menos actuaciones ante audiencias más numerosas en ciudades grandes y macro festivales. Y es que la posibilidad de ver a una banda en una sala, desplegando su espectáculo completo, sin restricciones de tiempo, es un placer del que nunca deberíamos vernos privados.
Cuando llegó el momento de El día internacional de los amantes, Jorge se desprendió de su guitarra y se dedicó a cantar, micro en mano, mientras recorría el escenario como un perfecto crooner; con el paso de los años, La Habitación Roja también se ha convertido en una auténtica factoría de baladas canónicas. Al margen de esa veta más melódica y melancólica, los valencianos se mantienen fieles a su aguerrido pop de guitarras, que a veces suena verdaderamente rocoso, como sucedió en Van a por nosotros o El eje del mal, recuerdo de los dos discos que grabaron con Steve Albini a principios de siglo, y a veces suena más liviano y preciosista, como demostraron en esa equilibrada combinación entre electricidad y melodía que se titula La moneda en el aire. Estaban llegando al final de la actuación, y ahí fue cuando sonaron algunos pesos pesados de su repertorio como Indestructibes, una de las más coreadas. Los bises fueron de menos a más: comenzaron con el folk pop acústico de Las olas y terminaron con la sala entregada a las irresistibles melodías de Febrero (que no estaba en el set list, pero se la había pedido una seguidora), Mi habitación o Ayer, acaso su mayor hit. Ese podría haber sido un espléndido final, pero todavía añadieron los siete minutos de narcótica belleza de Los últimos románticos. Por el amor a la música que siempre han demostrado y su manera de defenderla, eso es lo que son.