Por desgracia, mi hijo perdió la vida en accidente de tráfico el día 27 de junio. Nuestra hija está en un duro proceso que, sin entrar en detalles, nos obliga a llevar a nuestro nieto al punto de encuentro familiar de Tudela

El sábado, día 28, tenía mi hija que llevar a su hijo, sobrino de mi hijo fallecido, a dicho punto de encuentro para que lo recogiera su padre, y así iniciar una semana de vacaciones con él. Mi hija llamó a Tudela y le explicó al señor que cogió el teléfono lo ocurrido, el cual, sin ningún miramiento ni consideración, le dijo que ella tenía que hacer como si no hubiera pasado nada, que tenía que entregar al niño el sábado a las 20 horas.

No sé de las costumbres de este ser, pero nosotros, cuando nos ocurre una desgracia así, velamos a nuestros muertos, los acompañamos en esa transición, hasta que los posamos en el lugar elegido para que descansen. Cualquier cosa que tengamos que hacer la aparcamos, lloramos conjuntamente nuestra pérdida y despedimos a nuestro ser querido, también con nuestros niños, ya que ellos también tienen, a su manera, que despedir a su familiar.

Este señor ya en varias ocasiones había dado señales de extralimitarse en sus funciones. Mi hija incluso llegó a hablar con Familia, quejándose del trato recibido, pero allí le dijeron que ese hombre lleva muchos años trabajando allí, que su trabajo era impecable. En fin, que no hicieron ningún caso a mi hija.

Les diré que incluso hay una asociación de afectadas de puntos de encuentro familiar (por algo será), siendo el de Tudela señalado en alguna ocasión. 

En concreto, me voy a referir a este señor. Mire usted, yo le diría que, si se muere su hijo, haga como si nada, ya que eso no es motivo suficiente para dejar de lado sus obligaciones. Pero no se lo digo por educación.

Yo le diría que si se muere su madre, no haga caso ninguno, ese acontecimiento tampoco tiene ninguna importancia, deje a su madre donde sea y siga atendiendo sus obligaciones. Pero no se lo digo por educación.

En este mundo hay tres tipos de personas, las bondadosas, que nos dejan un buen recuerdo; las que pasan por el mundo sin dejar huella, ni fu ni fa; y las que como usted hubiera sido mejor que no hubiesen nacido, pero ¿sabe qué? No se lo digo por educación.

Termino agradeciendo a Rebeca, trabajadora de ese mismo punto de encuentro familiar en Tudela, la cual llamó a mi hija, la tranquilizó y le comentó que no se preocupase, que cuando pasasen estos días de cementerio y funeral, llevase al niño, como así ha sido, y tal y como su abogada le había aconsejado, ya que la tragedia que estamos viviendo es un motivo de fuerza mayor.

Ojalá esto sirva para poner a este hombre en su sitio y que otras personas no pasen por algo semejante.