Este sábado la comunidad vasca de Bruselas se ha dado cita en la emblemática Grand Place para celebrar un evento singular que ha conmemorado el 15 aniversario de la Euskal Etxea de la capital belga.

La jornada ha comenzado a las 10.30 horas con un encuentro frente al Ayuntamiento, donde representantes de la entidad y autoridades municipales han protagonizado una recepción oficial marcada por el respeto a las tradiciones vascas. Un aurresku de honor ha abierto el acto, subrayando el carácter festivo y cultural de la cita, en la que se ha reivindicado el papel de la diáspora vasca en la preservación de su identidad más allá de las fronteras.

Tras los saludos protocolarios, la comitiva se ha desplazado hasta el icónico Manneken Pis, símbolo de Bruselas, para protagonizar uno de los momentos más originales de la celebración: la vestimenta de la pequeña estatua con el traje de Olentzero. Con la llegada al Manneken Pis, tanto residentes como visitantes han presenciado este gesto simbólico, generando un punto de encuentro cultural entre dos tradiciones europeas distintas. El traje de Olentzero pasará a forma parte de las vestimentas que a lo largo de su historia ha vestido el Manneken Pis, y que se pueden observar en el museo Garderobe Mannekenpis, situado muy cerca de la estatuta.

A continuación, se ha llevado a cabo un aurresku popular en la plaza, abierto a la participación de todos los asistentes, lo que ha permitido a niños y adultos compartir un espacio de fiesta y convivencia.

Trikipoteo

Para concluir la celebración, miembros de la Euskal Etxea y amigos de la comunidad han realizado un trikipoteo, un recorrido festivo por diversas calles y bares del centro de Bruselas. Esta tradición, que combina música, paseo y socialización, simboliza la vitalidad de los lazos sociales dentro de la diáspora vasca y su capacidad para integrar elementos propios de su cultura con los del entorno que les acoge.

La jornada del 15 aniversario no solo ha reafirmado la presencia de la cultura vasca en el extranjero, sino que también ha servido como ejemplo de cómo las comunidades migrantes celebran y renuevan su identidad cultural en un mundo cada vez más interconectado.