Si han estado ustedes atentos a algunos medios madridistas –cosa complicada, porque cada vez da más grima verlos y oírlos–, habrán comprobado por enésima vez cómo funciona el periodismo deportivo sensacionalista patrio: los más entusiastas antes del partido –había “un 100%” de posibilidades de eliminar al Arsenal, llegó a decir uno para no ser menos forofo que nadie– y los más críticos después, sin dejar más títere sin cabeza que el de Florentino (pese a ser uno de los grandes culpables), porque es intocable y el que da de comer a casi todos. Amarillismo de manual, condimentado además con la demagogia de los desmedidos elogios a la afición por su “increíble apoyo” –increíble por ir a ver el partido, que debe de ser la única afición del mundo que va al estadio y anima a su equipo–. Le añades unas críticas furibundas a toda decisión arbitral contra su equipo y te vuelves a casa tras otro día en la oficina, con la satisfacción del deber cumplido.
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